Fondo de Cultura Económica, de manteles largos

En México, septiembre no sólo es el mes de la patria, sino también el mes en que se celebra el aniversario del Fondo de Cultura Económica (FCE),

la librería y editorial más importante de nuestro país y de Iberoamérica desde muchos puntos de vista. Y este año el Fondo, como coloquialmente se le conoce, festejó sus primeros 88 años de vida con una diversidad de actividades que tuvieron el propósito de atraer al mayor número de lectores a sus 27 librerías en México y diez más en el resto del mundo de habla hispana.

Para sopesar la relevancia de este tipo de actividades para el desarrollo y empoderamiento de los países, traigo a colación una frase del autor de la novela Fahrenheit 451, Ray Bradbury, quien aseguraba: “usted no tiene que quemar libros para destruir una cultura. Sólo tiene que hacer que la gente deje de leerlos”. Por ello, en esta ocasión queremos compartir con nuestro público el origen, la trayectoria y algunas de las acciones más destacadas del FCE desde su fundación en 1934, a nuestros días.

Como su nombre deja adivinar, la vocación inicial de esta casa editorial fue publicar solamente textos de Economía para los estudiantes de educación superior del país y, en particular, de la Ciudad de México, en donde se abrió la casa matriz, siendo su director el historiador, sociólogo, ensayista y economista, Daniel Cosío Villegas. Al poco tiempo, el Fondo amplió su temática editorial hacia la Ciencia Política y la Historia, con la publicación en español de obras clave de autores extranjeros de vanguardia para el estudio de dichas áreas de conocimiento.

Con el exilio republicano español y la política de asilo impulsada por el entonces presidente de la República Mexicana, Lázaro Cárdenas, en 1939 el Fondo de Cultura Económica enriquece su planta laboral con la contratación de refugiados que se incorporan a esta institución como asesores, editores, traductores y formadores editoriales, como fue el caso de intelectuales y escritores de la talla de José Gaos, Ramón Iglesia, Eugenio Ímaz, Manuel Pedroso, Francisco Ginés de los Ríos y Joaquín Díez-Canedo, entre otros muchos.

Para la década de los cincuenta, el FCE publica por primera vez las Obras completas de Sor Juana Inés de la Cruz, y cuenta ya con dos sedes en Sudamérica, la primera de ellas en la ciudad de Buenos Aires, Argentina; y la segunda en Santiago de Chile. En ese entonces, el reconocimiento editorial del Fondo se acrecienta como un referente de la cultura de habla hispana en el continente americano.

El prestigio del Fondo de Cultura Económica de México alcanza una de sus cúspides en 1989, cuando se le otorga el Premio Príncipe de Asturias, “por la importancia que para los países de habla hispana ha tenido y tiene su programa de publicaciones que abarca todos los sectores de la cultura universal a lo largo de más de medio siglo de incesante actividad”.

Hoy en día, esta institución ha centrado su política editorial en incentivar el acercamiento con su público lector y en incrementarlo mediante la diversificación de sus colecciones; esto con el fin de atraer nuevos lectores, pues como dijo el escritor y crítico literario inglés, Holbrook Jackson, “el propósito de la lectura no es conseguir que se vendan más libros, sino que los lectores disfruten más de la vida”.

Con tal perspectiva en mente, la actual política editorial del FCE centra sus acciones en reeditar textos de escritores de renombre a bajo costo, o incluso gratuitamente y con tirajes extensos. Un ejemplo exitoso de este esfuerzo es la Colección 21 para el 21, en la que se divulgaron 21 obras literarias de autores mexicanos con tiraje de cien mil ejemplares distribuidos gratuitamente a población abierta, clubes de lectura, agrupaciones interesadas y estudiantes normalistas y de escuelas técnicas en todo el país.

En el mismo sentido destaca la Colección Vientos del pueblo, que edita a escritores y narradoras contemporáneas de prestigio de diversos países, en particular de América Latina, en atractivas ediciones y con precios económicos. Y para muestra un botón. Acudí a la librería Educal del centro de Coyoacán, en el sur de la CDMX, a comprar cinco libros de igual número de escritores (del argentino Juan Sasturain; el peruano Arturo Bolívar Barreto; el boliviano Edmundo Paz Soldán; el mexicano Óscar de la Borbolla; y la brasileña Lygia Fagundes Telles) por la increíble cantidad de 76 pesos. Salí feliz con mis adquisiciones.

Otras acciones exitosas del FCE es llevar los libros a las plazas públicas en la modalidad de ferias populares, de ventas nocturnas con promociones de descuentos o en librerías rodantes e itinerantes que acercan la cultura de la letra escrita a comunidades desprovistas de una infraestructura libresca.

Uno de los objetivos centrales del FCE actual es atraer lectores y crear amplias comunidades lectoras en el territorio nacional y más allá de nuestras fronteras. Para ello, el Fondo, en fusión con Educal, cuenta actualmente con 116 librerías en el país y diez en Iberoamérica, con un catálogo que consta de más de diez mil obras, de las cuales cinco mil se reimprimen o tienen ejemplares en existencia para su venta, todos esos títulos organizados en más de cien colecciones disponibles en sus librerías o en sitios electrónicos comerciales de amplia difusión.

Cierro esta colaboración con una última frase célebre del escritor argentino Jorge Luis Borges, quien estaba convencido de que: de los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo… Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria”. Feliz aniversario al Fondo de Cultura Económica en sus 88 años de existencia.

Nohemy García Duarte

@NohemyGarcaDual