En estas fechas de celebración de Día de muertos, según la cultura mexicana; o de Halloween (víspera de Todos los
Santos o noche de brujas) en la tradición inglesa, bien podemos traer a colación la recomendación del libro Cuentos de amor, locura y muerte (1917), del narrador uruguayo Horacio Quiroga, considerado por la crítica especializada como uno de los maestros del cuento latinoamericano, y cuya obra se mantiene presente en las librerías nacionales gracias a la labor de diversas casas editoriales.
El texto que ahora nos ocupa, Cuentos de amor, locura y muerte, es una de las obras más representativas de su estilo literario, pues reúne quince relatos cortos en los que Quiroga plasmó sus experiencias en torno a esas tres temáticas entrelazadas con la vida del autor, sobretodo lo que se refiere a decesos trágicos de personas queridas y cercanas a este escritor, dramaturgo y poeta sudamericano.
En múltiples ocasiones la trayectoria y el estilo literario de Horacio Quiroga se ha equiparado con el del escritor estadounidense Edgar Allan Poe, reconocido principalmente por sus cuentos de terror, y cuya vida también estuvo marcada por acontecimientos desafortunados y fatales. Ambos autores encontraron en la literatura una forma de sublimación estética a una vida plagada de adversidades económicas, familiares e incluso amorosas.
Lector de la obra de Poe, Horacio Quiroga encuentra inspiración en los aspectos de la vida humana que provocan sufrimiento, así como en aquellas rarezas de la naturaleza que el hombre no se puede explicar racionalmente y que, por ello, le provocan desasosiego, miedo o angustia. Es el caso de, por ejemplo, “A la deriva”, cuento en el que el autor refiere la agonía de un pescador mordido por una víbora; o el muy conocido “El almohadón de plumas”, una historia de amor que deviene en tragedia, siendo unas manchas de sangre sobre el almohadón de la protagonista la única señal de su extraño e inexplicable final.
“La gallina degollada” es otro de los cuentos de terror más divulgado del literato uruguayo, en el que una historia de amor filial se transforma en tragedia a consecuencia de circunstancias inesperadas, en un contexto familiar al mismo tiempo común y peculiar. Esta aparente contradicción es muy bien manejada por Quiroga, quien en unos cuantos párrafos nos conduce de una escena rutinaria en el entorno del matrimonio Mazzini-Ferraz, con sus “cuatro hijos idiotas […] sentados en el patio, inmóviles”; a otra secuencia en la que “la mirada de los idiotas se había animado; una misma luz insistente estaba fija en sus pupilas…” y así la historia avanza hacia un final sorpresivo.
Cuentos de amor, locura y muerte es la recopilación que el propio Horacio Quiroga realizó sobre sus primeras creaciones y que, en su primera edición, por decisión expresa del autor, el título no lleva coma. En las ediciones posteriores esa petición ya no fue tomada en cuenta. Una rareza más en la vida de este escritor uruguayo, de por sí plagada de acontecimientos insólitos, como el hecho de que su padre haya muerto en un accidente de caza; y que él mismo haya matado accidentalmente a uno de sus amigos más queridos con una pistola. Igualmente, su padrastro y su primera esposa tuvieron un fin trágico: se suicidaron.
La fatalidad estuvo presente a lo largo de la vida de Quiroga y lo acompañó hasta su muerte, a la edad de 59 años, cuando víctima de un cáncer de próstata avanzado, hospitalizado y con la ayuda de uno de sus amigos, se quitó la vida tomándose un vaso de cianuro. Para entonces el también autor del libro infantil Cuentos de la Selva (1918), fruto de su prolongada estancia en la provincia argentina de Misiones, en la jungla del río Paraná, ya era reconocido en el ámbito literario como el maestro del cuento latinoamericano. Otro de los textos más representativos del estilo de Horacio Quiroga es su libro de cuentos Los desterrados, publicado en 1927, considerado por los conocedores como la mejor de sus creaciones literarias, en la que se conjugan madurez y equilibrio, si bien no es el título más popular entre el público lector.
A su memoria, la poetisa argentina Alfonsina Storni le escribió unos versos, de los cuales cito sólo un fragmento: “morir como tú, Horacio, en tus cabales, y así como siempre en tus cuentos, no está mal; un rayo a tiempo y se acabó la feria… Allá dirán.”
@NohemyGarcaDual