Ignacio Padilla: novelista de ruptura

El, Mito, De, La, Suplantación, De, Identidades, Una de las manifestaciones artísticas más recientes surgidas en el ámbito literario nacional

sin duda es La Generación del Crack, nombrada así por sus propios fundadores, entre ellos Ignacio Padilla, quien en su momento aclaró que la finalidad de este grupo es impulsar una abierta “invitación a recuperar cierta actitud hacia la escritura y la lectura. Si bien interpelaba a editores, autores y crítica, su manifiesto estuvo dirigido sobre todo a los lectores”.

Pues bien, Amphytrion (2013. México) es una de las novelas de Ignacio Padilla en la que esta invitación se materializa de mejor manera, ya que convoca a sus lectores a interesarse por temáticas que trascienden lo local al ofrecer nuevos puntos de vista (formales y estilísticos) de temáticas consideradas “cosmopolitas”, es decir, pertenecientes a diversas culturas y países. En esta novela el autor recrea personajes, tramas y ambientes de la Primera Guerra Mundial con tal familiaridad y verosimilitud que resulta atractiva.

El tema de fondo de Amphytrion es el de la suplantación o usurpación de personalidades, para lo cual Padilla seguramente se nutrió de los antecedentes más significativos de la literatura y de la historia universales en torno a ello, desde la mitología griega que refiere la suplantación que realiza Zeus para poseer a Alcmena, la bella esposa de Anfitrión, hasta el mito de la Alemania nazi en la que se habla de un proyecto secreto (Amphytrion) que tiene el objetivo de proteger a los altos mandos militares del Fürer y a éste mismo mediante la suplantación de sus identidades con individuos que fungían como sus dobles. 

En la recreación de Ignacio Padilla de esta temática, uno de los aspectos más relevantes es el de la trama y el lenguaje empleados para desarrollar su historia con base en dos personajes centrales: Tadeus Dreyer y Víctor Kretzschmar, el primero un soldado de la Primera Guerra Mundial y, el segundo, un guardagujas de un tren, quienes se conocen en un vagón y deciden jugar una partida de ajedrez cuyo premio es intercambiar identidades entre sí. A partir de entonces la novela adquiere una atmósfera de tipo detectivesco y laberíntico, por lo que el lector no tiene certeza sobre la identidad de los personajes ni claridad en torno a los fines que éstos persiguen con sus acciones.

¿Quién es quién y por qué hace lo que hace? Son interrogantes que se mantienen sin despejar prácticamente hasta el final de la historia, que en realidad no es una sino cuatro relatos que bien podrían entenderse como capítulos de una misma narración. El primero se titula “una sombra sin nombre”; el siguiente “de la sombra al nombre”; el tercero “la sombra de un hombre” y, finalmente, el cuarto se llama “del nombre a la sombra”. Es decir, que los mismos títulos parecen un juego de palabras con el que el escritor refuerza el sentido de intriga y enredos de la narración, características que también están presentes en el manejo del tiempo y los espacios geográficos, y que son múltiples. Se habla de la Rusia zarista de finales del siglo XX, de la Alemania de la Primera y Segunda Guerra Mundial, y se llega hasta la Argentina de la década de los ochenta.

A medida que avanza la historia, el novelista nos sorprende con nuevos recursos formales que complejizan la narración.  Surgen nuevos protagonistas que bien pudieran no ser tales, sino “dobles” de los personajes ya existentes. El autor de este entramado novelístico se reserva para el final las claves narrativas necesarias que el lector requiere para descubrir el sentido global del relato.

En Amphytrion, obra galardonada en el año 2000 con el Premio Primavera de Verano, su autor da muestra de ser uno de los representantes más sobresalientes de la “Generación del Crack”, movimiento literario mexicano de fines del siglo XX que, como su nombre lo indica, se identifica por romper con las corrientes literarias en boga, en especial con el “postboom latinoamericano”. Otros integrantes que forman parte de esta Generación son Ángel Palou, Eloy Urroz y Jorge Volpi, entre los más destacados.

Ignacio Padilla nació en 1968 —un año tristemente célebre— y murió trágica y prematuramente en 2016, a la edad de 47 años. A pesar de su corta vida, tuvo una brillante trayectoria profesional. A los 21 años de edad obtuvo el Premio Nacional de las Juventudes Alfonso Reyes 1989; a los 26 años, en el año 1994, recibió otros tres galardones de Literatura: el Premio de cuento infantil Juan de la Cabada; el Premio Juan Rulfo para primera novela; y el Premio Ensayo Literario Malcolm Lowry

Recientemente, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2022 nos brindó una sorpresa en torno a Ignacio Padilla: la presentación de su novela póstuma Lo que no sabe Medea, en la que el autor refrenda su gusto recurrente por temáticas como el nazismo, además de brindarnos una nueva oportunidad para profundizar en su obra.

Nohemy García Duarte

@NohemyGarcaDual