Cualquier Estado que ejerza vigilancia, dominio y manipulación sobre sus habitantes para inducir sus acciones y pensamientos, sería uno del orden
totalitario y dictatorial, pero si esto sucede en una gran empresa digital que influye, no solo en un país sino en el mundo entero, nada pasa.
Este es el caso del gran grupo empresarial de Mark Zuckerberg que integra a Facebook, Instagram y WhatsApp, que a través de algoritmos que imponen mensajes provoca, induce, manipula, adoctrina y hasta envenena a los usuarios de sus redes.
La reciente suspensión de los servicios de estas aplicaciones, por más de seis horas, subrayó la alta penetración social que tienen y gran dependencia generada en alto porcentaje de la población mundial que, sin saberlo, son presa fácil del maquiavelismo comercial de Zuckerberg.
Una revisión de documentos internos de Facebook e Instagram, realizada por The Wall Street Journal, muestran los nocivos efectos de estas plataformas en los usuarios, especialmente niños, adolescentes y jóvenes.
Estas redes han construido además un sistema privado para usuarios VIP, a los cuales se les exime de controles y ello les permite abusar con publicaciones de acoso, incitación a la violencia y proposiciones laborales abusivas para atraer principalmente a mujeres.
Un ejemplo de los abusos de Zuckerberg fue con la pandemia, mientras Facebook decía apoyar la vacunación, abría sus espacios a los activistas antivacunas que con campañas pagadas sembraban dudas sobre la efectividad de los biológicos.
Lo importante para Facebook e Instagram no es el mensaje sino quién y cuánto paga por él, además de efectos psicológicos nocivos como el de una investigación de marzo del 2020 que da a conocer que el 32 por ciento de chicas que se sienten mal con sus cuerpos, Instagram las hace sentir peor, a pesar de que saben que la mayoría de las fotos publicadas están maquilladas digitalmente.
Pese a todo ello es difícil pensar que en el corto plazo se pueda someter a Facebook, Instagram y WhatsApp. No hay hoy poder suficiente en ningún gobierno del mundo que lo someta.
SUSURROS
El escándalo de las fotos de Emilio Lozoya Austin, en el elegante restaurante Human, fue un descaro del ex director de Pemex, hoy testigo protegido de la Fiscalía General de la República.
Lourdes Mendoza, la periodista acusada por Lozoya de recibir como cohecho una bolsa de Chanel, fue la misma que le tomó las gráficas que se difundieron por doquier, y exhibe el cinismo de un exfuncionario que afirma judicialmente recibió 6 mil millones de dólares para lograr aprobar con sobornos la Reforma Energética en el sexenio peñista.
Para el Presidente López Obrador la presencia de Lozoya en el Human fue un acto inmoral y provocador, ahora toca a la Fiscalía de la República apretar al extitular de Pemex para que revele con pruebas quiénes fueron los beneficiarios ilegales de tanto dinero.
Y el tres de noviembre próximo deberán revelarse los nombres de los cómplices.
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Periodista desde 1974, ha trabajado de reportero y columnista en diferentes medios (Excélsior, Televisa, Diario de la Tarde, Novedades, El Día, NTR, entre otros). Comentarista en Radio Fórmula, Radio 13, y Radio ABC