Florence Cassez- Entre Víctima y heroína, en “Una novela Criminal”

“Difícil de creer”, podría ser el resumen de la “docuserie”, como le llaman, sobre Florence Cassez que se acaba de estrenar en Netflix

basada en el libro “Una novela criminal” de Jorge Volpi.

Desde el uso de la deformación y el término afectado “docuserie” la cuestión empieza mal.

En la “docuserie” se puede ver, desde un Jorge Volpi que se deshace en gestos, completamente descomedido en sus ademanes y opiniones por exculpar a los criminales, hasta a los principales precursores de la caja china de la cuarta transformación, como Jenaro Villamil, presidente del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano, y otros personajes de la vida pública, todas opiniones bien direccionadas con objetivos muy claros. El engendro llamado “Una novela criminal”, o docuserie, de Jorge Volpi, tiene objetivos bien claros: en primer lugar, satisfacer el relato de López Obrador de que el expresidente Felipe Calderón es el culpable de todos los males del país; y en segundo lugar, determinar la inocencia de los secuestradores Florence Cassez e Israel Vallarta. Algo a lo que no se atrevió ni la sentencia de la Suprema Corte con la que fue liberada la secuestradora de origen francés.

En la “docuserie” se pueden ver opiniones como la de Emmanuelle Stelle, quien dice en el documental que: “Los únicos verdaderos criminales son las autoridades”. Emmanuelle Stelle es autora de un libro llamado: “El Teatro del engaño Cassez”, para esta “autora” los secuestradores no son criminales, ni las víctimas de los secuestros importan en lo más mínimo. Solo parece ser parte de corifeo de moda que en estos tiempos tratan de sostener en la práctica que la razón la tienen los que gritan más fuerte. Esta, por cierto, es una técnica utilizada para imponer corrientes de opinión en la sociedad por grupos que pretenden privilegios por encima de los derechos de los demás. Pero también es un método que utiliza desde Cristina Fernández de Kirchner para defenderse de causas judiciales que tienen montañas de pruebas en su contra y que sin duda, utiliza como un instrumento político y comunicacional sin ningún pudor todos los gobiernos adeptos del “socialismo del siglo XXI”.

Muchos son los hechos insólitos e irrisorios que se presentan en el adefesio llamado docuserie, como el hecho de que el mismo Jorge Volpi, termina exculpando a los delincuentes, y afirmando que son inocentes, refiriéndose a Florence Cassez. Es decir, Jorge Volpi hace su propia interpretación y va más allá de la decisión de la Suprema Corte que liberó a Cassez, por vicios en el proceso judicial, pero que nunca la declaró inocente. No conforme, erigido en juez, Jorge Volpi también afirma que a esta altura también es inocente Israel Vallarta, quien en realidad debe al menos tres o cuatro muertes y participó, hasta donde se documentó en el expediente, al menos en ocho secuestros.

Pero los postulados de esta “docuserie”, coinciden con la política de la cuarta transformación, de liberar o intentar liberar a secuestradores como el Mochaorejas, a quién también recientemente se ha intentado liberar con el argumento de que fue torturado durante el proceso.

Algo habría que dejar claro y tendría que ser una exigencia a toda voz de la sociedad mexicana, y es el hecho de que no se pueda liberar a un delincuente por errores en el proceso judicial. Porque entre la impericia, la ineptitud, de la policía, y de las autoridades judiciales, y “los vicios en el proceso” prefabricados de antemano para que sean liberados los delincuentes, tenemos un país con el 99% de impunidad en los delitos.

Si las autoridades, la Fiscalía General de la República, y el gobierno de López Obrador tuvieran voluntad real de aclarar el viejo caso de Florence Cassez e Israel Vallarta, deberían a ir a catear el rancho “Las Chinitas” en búsqueda de cadáveres enterrados a ver con qué se encuentran. Pero no, la política de López Obrador no es trabajar en serio, es culpar al pasado del presente y abrazar a delincuentes, secuestradores y narcotraficantes.

Entre los hechos absolutamente increíbles, no por asombrosos, sino porque no tienen la menor credibilidad, están las declaraciones del Ministro Arturo Zaldívar, actual presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al servicio del gobierno de López Obrador, quien declara en la serie que durante el gobierno del expresidente Felipe Calderón fue interceptado por camionetas de la Policía Federal, y apuntado con armas largas. Como si esto fuera poco, afirma también en el documental que la policía de García Luna entró a su domicilio particular. Imposible de creer que no lo haya denunciado en ese momento y que hubiera conservado un solo ápice de imparcialidad en sus juicios y sus sentencias, de haber permanecido en la cobardía de ocultar semejantes hechos. Un guion dictado desde Palacio Nacional.

En el documental además se ponen en duda todas las declaraciones de los secuestrados. Como si estos fueran delincuentes y no víctimas. Se le da más peso al montaje de García Luna que a los crímenes de los secuestradores.

En una de las entrevistas a Cassez La muestran a ella diciendo que la policía le preguntaba lo mismo cuatro o cinco veces, el primer día de la detención y lo presentan como un hecho de tortura. No lo es. Esta en realidad es una técnica que utilizan las policías de todo el mundo, y que se emplea para determinar si el detenido miente o entra en contradicciones, y no constituye ninguna tortura. Aunque para personajes como Jenaro Villamil o Jorge Volpi que no aguantan nada, cualquier viento en contra puede para ellos significar tortura. Pero estamos hablando de criminales que salieron a delinquir y deberían saber a qué se atienen. Que la policía les pregunte lo mismo tres o cuatro o cinco veces no se los va a acreditar como tortura ninguna convención ni ningún organismo serio sobre derechos humanos en el mundo.

Incluso el documental deja claro que Cassez tenía privilegios en su celda, como televisión y acceso a llamadas telefónicas a periodistas y al mismo presidente de Francia Nicolás Sarkozy. Lujos que seguramente no tuvieron las personas secuestradas por Florence Cassez e Israel Vallarta.

Sin querer, los autores de la “docuserie” dejan a los ex presidentes Calderón y Fox, casi como héroes, porque queda claro que en esos gobiernos sí se perseguía a los secuestradores y se combatía la delincuencia, mientras ahora se los exonera, se los convierte en víctima y se los trata de utilizar políticamente.

En el documental se afirma que a Cassez se le notificó un procedimiento en un idioma que ella no dominaba, lo cual es una completa mentira.

En la serie de Netflix se pretende reemplazar el lema presunto culpable por la doctrina de son todos inocentes.

Israel Vallarta ha estado en la cárcel más de 17 años preso sin sentencia. Una verdadera aberración del sistema judicial mexicano, del cual hoy el principal responsable es el Ministro Presidente de la Suprema Corte de Justicia Arturo Zaldívar. Pero no tener una sentencia no lo vuelve inocente.

Y si algo deja en claro la consonancia de la “docuserie” con el gobierno de López Obrador, y de dónde provino el financiamiento de la misma, ahí está el anuncio de ayer de López Obrador de pedirle a la FGR que se desista de los cargos contra Israel Vallarta y de pedirle perdón al criminal.

Sin mirar el expediente, aceptando que ni ha visto el documental, López Obrador salió a abogar por el secuestrador Israel Vallarta. 

Una vez más queda claro que las víctimas, que en este caso son las personas secuestradas,  por Cassez e Israel Vallarta, nunca le han importado en ningún caso a López Obrador.

Autor: Marcelo Fabián Monges

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