El expresidente Ernesto Zedillo Ponce de León decidió subirse al ring y ahora le está lloviendo toda clase de golpes,
por arriba y por abajo del cinturón.
Como siempre, a toda acción corresponde una reacción y no iba a ser de otra forma en el caso de Zedillo, sobre todo cuando decidió matar en su análisis a la democracia mexicana y culpar del homicidio a la renovación judicial mandatada por el pueblo e instrumentada por el gobierno en turno.
Rompió la regla no escrita de que expresidentes se van al retiro y se quedan callados.
Pareciera que está solo en esta batalla.
Hay medios que le dan espacio y cobijo, replican lo que escribe y dice, como sucedía en su sexenio.
Quienes no le hacen segunda son sus compañeros de partido. Ni lo ven ni lo oyen. El líder del tricolor Alejandro Moreno no se ha sumado a la embestida emprendida por su compañero contra el gobierno de Claudia Sheinbaum.
¿Por qué?
Quizás porque fue Zedillo quien entregó el poder a la oposición, en su gobierno perdió Francisco Labastida y ganó Vicente Fox.
Lo que es sabido por muchos es que Zedillo nunca fue bien visto por priístas y nunca fue una gente cercana a Luis Donaldo Colosio. Llegó a la coordinación de campaña del sonorense por imposición de Los Pinos. Nunca coordinó nada. Todo lo decidía Colosio.
Por eso cuando matan a Colosio, los colosistas y muchos militantes querían a Fernando Ortiz Arana como sustituto.
Volvió a imponerse la voz de los Pinos y Zedillo resultó beneficiado. Probablemente resentido con los priístas, para nada lo perturbó entregarle la presidencia al panista Fox.
¿Si Alito no lo defiende en este momento, lo defenderá Jorge Romero, dirigente de Acción Nacional?
Arturo Zárate Vite
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