Como hace 32 años, viene la etapa difícil de la cicatrización, terminar de sacar a nuestras víctimas, velar a nuestros muertos y enlistar las montañas de daños materiales... como hace 32 años nos tendremos que realizar la pregunta:
¿Cuántos terremotos más necesitamos para replantear la tan necesaria e inevitable reubicación de la ciudad? Hablo de despresurizar a la urbe, desconcentrarla para que primero, dejemos de ser tantos seres humanos concentrados en una zona altamente sísmica, es cierto que la capital del país posee una enorme importancia comercial, política, social y cultural y que los hilos del poder pasan por estos hilos, pero la ciudad no puede ni debe continuar siendo una olla con visibles signos de descontrol, por aquí han pasado todo tipo de fenómenos, desde los que asfixian por el infernal tránsito producto de marchas o inundaciones o catástrofes como los sismos, esta urbe ha sobrevivido a calamidades sociales y naturales, pero ¿Por cuánto tiempo más?
Aquí es donde hace falta creatividad y mucha voluntad política para replantear un nuevo orden de las cosas, convertir a la ciudad no en un enjambre de departamentos colocados en zonas de riesgo o en avenidas que se convierten año tras año en canales de aguas negras, debemos aceptar que el futuro nos ha alcanzado, que la ciudad es un conjunto de arterias congestionadas, que la concentración de oficinas, empresas, centros de control político han desdibujado el orden transformando a esta urbe en un hacinamiento gigante y lo peor es que el ejemplo se ha trasladado hacia otras capitales, Guadalajara ya no es ni por mucho la ciudad tranquila, Xalapa a ratos se convierte en intransitable, sólo por colocar un par de ejemplos, pero la vida apacible y hasta romántica de la República se asemeja cada vez más a este desorden tan defeño que terminará por replicar nuestros males.
Las ciudades tienden a crecer, eso es normal, pero no como en la ciudad capital se ha dado, bajo una bestial carrera por construir más departamentos y oficinas, esta especie de muégano provoca que ante una emergencia las desgracias exploten.
Las consecuencias las hemos visto en estos últimos días, pero más allá, para acabar con este tumor se requiere que se ataque con toda determinación a la corrupción que genera que se levanten más y más edificios en zonas altamente sísmicas... la tarea es gigantesca, pero en necesaria una nueva visión urbana, de lo contrario seguiremos contando muertos y millones de pesos en pérdidas cuando nos llegue el siguiente terremoto o una fatídica inundación.