La frase más escuchada en estos días será sin duda la del "regreso a la normalidad", será el mantra de esta golpeada sociedad para ir sacando el cuerpo de los escombros emocionales, del miedo y de la constante angustia de sabernos vulnerables, pero ahí radica nuestro mayor peligro o fracaso: no debemos volver a la normalidad, de ninguna manera. No como lo que éramos antes de 7 y el 19 de septiembre, no con la misma piel de una grosera tolerancia e indiferencia hacia todo lo que como habitantes de las zonas golpeadas se refiere... volver a ser los de antes es no haber aprendido nada.
La huella del antes y después deberá ser la nueva capa del mexicano, antes era una nación desarticulada, indolente y autista, hoy, ser unido y consciente de la solidaridad como base de todo cambio deberá ser compañía no sólo para las fechas del calendario cívico, ya no podemos regresar a la normalidad, aquella en donde nos acostumbramos a mirarnos con cierto odio, discapacitados para ser cordiales en el auto o en el campo, insensibles frente a un país que convierte las malas noticias en sobre mesa familiar. No podemos pretender ser normales y faltarle el respeto a la memoria de los niños que murieron en el Rebsamen producto de la infame corrupción de autoridades de Tlalpan o ser normales mientras la pobreza en Oaxaca y Chiapas, o en Morelos y Puebla nos siga taladrando con o sin terremotos.
No podemos volver a la normalidad pretendiendo cerrar los ojos y queriendo pensar que no pasó algo cuando en realidad ha pasado de todo... la sociedad no puede, no debemos ser normales tras este despertar brutal que combinó a la fuerza de la naturaleza con la fuerza de una sociedad que ahora si supo entonar el Himno Nacional encima de escombros. No se puede ser normal, ni los de antes cuando todos aprendimos a llorar junto con un soldado mientras cargaba el cuerpo de una niña de un año, no podemos ser los de antes cuando supimos que un perro no es sólo una mascota que mueve la cola y nos espera en la puerta, sino que es capaz de salvarnos la vida para cumplir con su genética promesa de sernos fieles hasta la muerte.
No podemos ser los de antes cuando cientos de miles de jóvenes retiraron los ojos de sus celulares y nos erizaron la piel al ser ellos lo mejor en materia de coordinación y apoyo. No se puede volver a ser el mismo cuando producto de esa energía se detona una de las mayores muestras de enojo en la sociedad y se provoca que los partidos políticos se muevan hacia los terrenos de lo impensable, ser generosos y útiles en medio de una catástrofe.
No podemos ser los de antes, nunca más un regreso a la normalidad, al sueño de sangre, del vivir arrodillados ante los criminales, del sentirnos víctimas cuando debemos ser los únicos con derecho a vivir en este país, nunca más a ser los de antes cuando aviones con banderas extranjeras trajeron a hombres y mujeres hermanados en este abrazo para rescatarnos y tatuar la leyenda de que "los mexicanos no estamos solos"... nunca más para ser los mexicanos de una o dos medallas olímpicas, o de mundiales de futbol fallidos, nunca más una nación de defraudados, nunca volver a ser una nación ofendida por sujetos como Trump, nunca volver a esa normalidad que nos estaba matando.
Lo dijeron los japoneses e israelitas: México los sorprendió por su enorme capacidad de organización y franca solidaridad, todos apoyamos a todos, nadie se esperó, nadie tocó la puerta de gobiernos o se sentó a llorar la desgracia, nadie culpó a la Virgen o a Salinas de Gortari, todos, pero todos merecemos no volver a ser los de antes. Ese es nuestro reto.