Con el rescate del último cuerpo en la avenida Álvaro Obregón se da inicio a la reconstrucción de la Ciudad de México, mismo caso para Puebla, Chiapas, Morelos, Oaxaca y el Estado de México. Como pocas veces el gobierno en sus distintos niveles y de diferentes colores consigue dirigir un esfuerzo creativo para que el dinero llegue a los damnificados y que estos puedan volver a levantar sus casa o negocios, los damnificados solo pagarán los intereses de los recursos que
reciban.
Esto es una buena noticia pues ante la falta de una cultura que nos permita asegurar nuestras propiedades ante desastres, entra el gobierno a realizar ese papel. Es como si nuestro auto, ante el hecho de no estar asegurado sufriese algún accidente y el gobierno nos pagara el daño, dejándonos solo el pago de deducible, eso ya es ventaja, claro que ante el drama de un terremoto el apoyo del estado mitiga en gran parte nuestras pérdidas.
Para muchos es difícil reconocer el papel del Presidente y de su equipo, pesa mucho el caudal de opiniones en contra que lo que ahora se está haciendo para salir lo más pronto posible del drama y que en el caso de la Ciudad de México resulta significativo por tratarse de una entidad que es gobernada por la oposición más recalcitrante en contra de Peña Nieto.
Los reflejos del mandatario lo ennoblecen pues mientras muchas voces han intentado dinamitar el esfuerzo del gobierno ante la tragedia, basta asomarse a las montañas de rumores, de chismes con los que se ha torpedeado a las autoridades, ahí encontramos trazos de odio hacia este gobierno, pero Peña Nieto aguantó, dio resultados, lo mismo Miguel Ángel Mancera, o Murat en Oaxaca, a quienes se les pudo ver operando todas las palancas posibles y los resultados están ahí, a dos semanas de la tragedia el país ha comenzado su fase de recuperación, hay muchas fracturas aún por sanar, pero sería mezquino culpar de inacción o torpeza a las autoridades federales. Nadie pidió el terremoto, pero este no sólo despertó a la sociedad, sino que generó que la maquinaria de gobierno se pusiese a trabajar en un esfuerzo que aún no se reconoce. En serio, no puede privar el rencor por encima de la poética solidaridad con la que se manifestaron los mexicanos.
Ahora toca a la historia y sólo a su equilibrado juicio comenzar a separar a los miserables de los héroes, a los débiles de los fuertes, a los que estorbaron con su lengua de los que se abrazaron y rescataron a sus semejantes.
¿Nos va a costar la reconstrucción? Va a ser lenta y dolorosa, pero nos levantaremos tal y como lo estamos haciendo a dos semanas del septiembre negro.