No hace mucho escuchaba los spots del Partido del Trabajo, verdaderas joyas del cinismo. La creatividad no les dio en ese partido que afirmaba estar verdaderamente de lado del pueblo.
Los días transcurrieron y nos mostraron que el PT no es más que una olla de ladrones, comenzando por su líder toda su parentela, Alberto Anaya y su esposa María Guadalupe Rodríguez, ambos vinculados a una investigación por lavado de dinero, algo así como cien millones de pesos que deberían haber ido a parar a los CENDIS, centros de desarrollo infantil, dinerito proveniente del gobierno de Nuevo León y que nunca llegó a dichas instancias, eso sí, el destino fue a cuentas bancarias de la señora Lupita Rodríguez, ahí, en ese caldo se ven involucrados el líder del PT en Aguascalientes Héctor Quiroz García, detenido y puesto en libertad después. Lo del PT nos dice lo que de una u otra manera sabíamos o sospechábamos, que dicho partido liderado por el mesías petista ha servido para amasar fortunas y concentrar un grosero poder bajo el maquillaje de una democracia que les ha dado existencia y que lejos de haber desaparecido funge como rémora en todos y cada uno de los procesos electorales. ¿aún así evitamos la discusión sobre el papel de estos institutos, que como el Verde Ecologista, solo sirven para que sus líderes engorden sus cuentas bancarias? El PT no debería existir, si esta fuera una cancha limpia no sólo no veríamos a estos grotescos personajes sino que las prisiones estarían llenas de estos sinverguenzas, como lo que son, vulgares ladrones. Pero como en estos festines de recursos es la impunidad la que gana, es que vemos salir en su defensa a esos otros cómplices de estas fábricas de lavado, tal y como está ocurriendo con Andrés Manuel López, el alcahuete del PT, y quien en un terrible cinismo acusa a todos de ladrones y de vengativos pero no explica el cómo su dama de compañía, el PT, ha sido capaz de desaparecer cien millones de pesos. El delito los hace iguales, pero ahora es López Obrador el que se benefició, y debemos señalar que Alberto Anaya no sólo se ha acostado con el tabasqueño, sino que en su momento se dio el colchonazo con el PRI, con el PRD y con todo aquel que necesitara de los favores petistas. No nos engañemos, la democracia mexicana es la obra de un Frankestein tropical, capaz de dar a luz a este tipo de adefesios políticos. Tan parecidos a cualquier cartel de las drogas con todo y sus trucos para el blanqueo de dólares.