Los candidatos a la presidencia transitan por el filo de las ocurrencias, pésima noticia para la nación, mucho confeti y poca sustancia, ¿qué aporta para el debate nacional el que Andrés Manuel viaje en avión comercial o burro? ¿Qué valor posee el que Anaya diga que el bronco ni le va ni le viene? ¿Que Meade se enfurezca por que AMLO compare a nestora con Juárez’ hay mucho de pequeño en lo que en la mesa se coloca, a los mexicanos nos
importan más otros asuntos, la violencia, como uno de los que todos los días nos sacuden, que realmente nos quita el sueño...repetiré la pregunta común? ¿cuantos de los que conocemos, o nosotros mismos; hemos sido víctimas de un robo, secuestro asalto o cualquier otro tipo de vejación? ¿Cuantos nos sentimos realmente protegidos por los cuerpos de seguridad? Los mexicanos respiramos un ambiente dramático en donde la impunidad nos ha arrancado la lengua y de ello parece ignorar toda la clase política, ellos sí, sumidos en carreras por conservar las debidas cuotas de poder. Esta sociedad se encuentra tan habituada a la sangre que vemos como parte de la normalidad el que los cadáveres de delincuentes o gente inocente aparezcan en cualquier calle o lote baldío, y claro, solo brincamos, cuando se elevan los picos de la crudeza de esos sucesos y las víctimas son de alguna manera figuras públicas, pero fuera de ello, morirte es lo más democrático y de tintes anónimos que termina por sepultar las esperanzas de que esta pesadilla acabe...debería ser inconcebible que en una sociedad como la nuestra no exista un gran acuerdo entre todos los actores de la vida política, de aquellos que toman decisiones o fraguan las leyes para fijar líneas básicas que contengan a los criminales, que los esfuerzos sean dispersos y en muchos casos huérfanos de voluntad, esa desarticulación del estado mexicano ha generado todo tipo de grietas en donde los criminales habitan y se saben totalmente poderosos e impunes. Es penoso, por ello, observar el resultado de ese distanciamiento de la realidad aplicado por lo que quieren gobernar, tan de lengua fácil para prometer acabar con ese problema, pero sin ser ni audaces, ni realistas , ni proactivos, o en el mejor de los casos, tratar, por lo menos, de generar una corriente que los acuerpe , que los una y que juntos con los otros candidatos lancen un sonoro mensaje de que no importa el que llegue al poder, lo hará sumando todas las ideas de los demás para aplicar el plan de rescate del país. La mezquindad no puede ser indestructible y por algún lado debemos comenzar.