Insisto: no creo en las encuestas, mi trabajo es dudar, esa es la base del periodismo, del que opina, del que pregunta. Repito: vemos una corriente muy consistente de casas encuestadoras que están fracasando en sus pronósticos en el mundo. Colombia
es el ejemplo reciente, quien decía ganar por 10 puntos perdió y quien gano vino desde abajo y sorprendió, ojo, pocos se han detenido a reflexionar que Colombia hace vecindad con Venezuela y allá tienen muy en la piel lo que les significaría un gobierno como el de Nicolás Maduro. Aquí, siguen los matrimonios entre encuestadoras y candidatos, si y solo si, hasta que el fracaso los separe, y esto se verá el primero de julio, y en medio de estos jalones estadísticos algunos representantes de estas casas comienzan a mostrar rasgos de justificación ante lo que está por venir: el derrumbe de los pronósticos.
Leía con atención la colaboración de Loredo y Buendía, una casa con fama de seria, colocar lo que hemos dicho en muchas ocasiones, que el gran distractor no es si un candidato lleva 20 o más puntos, sino que el galimatías de este proceso está en los que no han decidido por quien sufragaran y que, aquí si, casi todas las encuestadoras coinciden, rondan entre el 25 y 30 por ciento de un padrón de más de 80 millones de votantes. Permítame ser más claro, nadie puede decirse por un favorito si no lo tiene, vaya paradoja, la inclinación de la gran mayoría de indecisos y ahí radica la clave de todo el juego, y el que una compañía dedicada a obtener mediciones comience a poner sobre la mesa eso de que "posiblemente se estén equivocando con la supuesta marea arrasadora de un solo candidato" es dar banderazo al "mea culpa". Quien ha querido comprar eso de que ese "arroz ya se coció" y las trampas de nombramientos virtuales resultara ciertamente engañado, por estas mentiras verdaderas, y claro que parece título de película, pero es en el fondo lo que es: una mentira, una falacia construida desde un mundo de percepciones y que será resuelta en tan solo 10 segundos, en la intimidad de la casilla, ahí, diez segundos que le bastaran al elector para determinar su corazonada, su deseo. Varias son ya las empresas encuestadoras que iniciaron una extraña corrección de sus cifras, las abismales "diferencias" entre uno y otro, entre el primero y el segundo, o los dos segundos ya no lo son tanto, según las encuestadoras todos se acercan entre si, evidentemente los nervios pegan en el equipo del que se creía indestructible, ¿no acaso comenzaron ya con eso de que se "prepara un fraude"? Y tengo la impresión de que las encuestadoras ya otearon el fin del camino y de ahí, el abismo. ¡Vaya final de la película! ¡Los indecisos harán ganar a Meade o Anaya, pero no a López Obrador! Chéquelo Ud. mismo. Las encuestadoras ya comenzaron a mirar a los indecisos. Ahí está la clave.