No se usted, pero a mi me resultaría difícil atender a otro ser humano que haya sufrido una desgracia, ya
sabe, detener una hemorragia o tener que salvarle la vida a un delincuente que ha recibido disparos, mucho menos tendría la sangre fría y ser testigo de un niño o niña con heridas graves. se necesita amor y vocación, mucha vocación para despojarse de esa empatía tan humana como para no doblarse en una situación que necesita mano firme... Pues esos hombres y mujeres que realizan tal trabajo se llaman paramédicos o rescatistas y los hemos aprendido a valorar sobre todo cuando los necesitamos.
Hoy se festeja el día “INTERNACIONAL DEL PARAMEDICO” y seria bueno que reflexionáramos sobre este grupo de profesionales que significan la diferencia entre la vida y la muerte, cuyo trabajo solo es aplaudido en tiempos de crisis personal o colectiva, pero descansemos un poco en el retrato de esta actividad.
El sector es uno que los mayormente aportan a la nación mexicana y consiguen mantener que una tragedia no se convierta en tragedia, sus brazos son el primer puente entre esos minutos en que un ser humano puede vivir o morir, resuelven con prestancia la angustia de las familias y en conjunto suman una de las fuerzas mas organizadas que los sistemas de seguridad y salud poseen.
Pero por desgracia no tienen el reconocimiento adecuado, y mas allá, muchos de ellos trabajan con espíritu de "voluntariado", o sea, no cobran, dedicándose a otras actividades que no tienen que ver con esto de salvar vidas.
El ser voluntarios los deja en muchas ocasiones en desventaja, pues la gratificación es solo simbólica, son paramédicos por amor al arte, luego entonces urge una base verdadera en donde, primero, se les considere verdaderos profesionales de la salud y se de paso a un marco de derechos laborales, con todas las ventajas salariales y de prestaciones que tienen muchos profesionales.
Los paramédicos no pueden ganar "poquito" por que ellos tienen en sus manos la delicada tarea de la sobrevivencia de otro ser humano.
Así que si vamos a dedicarles un aplauso este seria mejor si fuese acompañado por otro tipo de ajustes que tienen que ver con la necesidad de buenos ingresos, capacitación constante y todas las garantías de que por ser una actividad de alto riesgo sean bien reconocidas.
A estos héroes sin capa va todo nuestro respeto y admiración pues no se tratan de habitantes de otro planeta, no comen aire, también lloran, también son padres, madres, esposos, hermanas, hijas, hijos, reciben los besos y abrazos de sus pequeñitos al regresar a casa después de detener hemorragias y entablillar fracturas o de dar la terrible noticia a los familiares de que su pariente acaba de fallecer...
En serio, los paramédicos, las paramédicas y profesionales de la primer reacción y de protección civil merecen un monumento en el zocato de la ciudad.