COLUMNA ¡QUE CONSTE… LOS OLVIDADOS!
Pues sí, no sabemos hacer otra cosa, desde chicas las madres nos dieron el telar de cintura, ahí, dale que dale, apretando, sacando los colores, imaginando los sueños y dibujando los estrellas y las cadenas y la vida y la muerte y las estrellas y el hambre y los
gritos y las lágrimas y las desesperanzas, y después, toma la aguja y borda, dale que dale, hasta que salen las flores y los colores y la magia de cada cadena y de cada prenda, el huipil y la falda, meses, dale que dale a la puntada, y después, toma la máquina Singer y pon el carrete y coloca el hilo en la aguja y dale que dale al pedal hasta que vas sacando las cadenas y las formas geométricas de lo que vieron los zapotecas y en la vida y la muerte con el agua y el sol y la luna y las estrellas y el camarón y el salir temprano con el ayate para sacar el mango y moler el maíz y desgranar las mazorquitas pequeñas de ese maíz especial, de sabor especial que da un color blanco como, dicen, que es la nieve o como el alma de los santos… A saber, lo que es real son los pedaleos y las tejidas y las flores y los colores y cada prenda que tarda meses y se vende de pronto, cuando terminan de pagar de pagos a la mama y entonces el viejo agarra para la cerveza y el camarón seco y se toma la botella con los amigos y la mama dice que es mejor que esté aquí a que ande de cusco en donde nadie sabe qué… y ahí está, viendo como trabajamos, y él, como toma la cerveza fría y se mece en la hamaca y se queda jetón y babeante, dando ronquidos como de cuchi en brama…
Antes, tejíamos y bordábamos y en cada bordada sacabas el alma y suspiros y llanto y más suspiros y esperando a que de algún modo nos dejaran ir un poco a la escuela y a la calle para ver las prendas de colores que tejíamos en la casa para la mujer zapoteca y para otras mujeres que nos admiran y que admiramos. Antes, los trajes costaban un buen de dinero, se hacía el de lujo y el del diario, lo que cambiaba mucho era la falda y el huipil, y vamos con las sanjuaneras que son las que bordan más y mejor a menos precio, y ahora, se van acabando desde que nos invaden los estampados que nos roban con los diseños y eso es parecido pero no es lo nuestro, lo nuestro nuestro es el bordado, con las lágrimas y los sueños y los ensueños y los suspiros y los colores y cada puntada va tejiendo una historia, a veces triste y otras alegre, esto se ve en cada prenda, el que ve, lo hace, y el que admira suspira y toma el valor de ser en ese ensueño y en ese ser. Cada una es algo distinto, cada una tiene el sello del alma y de los sueños y de las lágrimas, y los lienzos se van formando, y ahora, tenemos hasta diseño, y antes, solo la imaginación y el encanto de cada una de las bordadoras y la calidad de cada puntada y de cada hilo y de cada tela y de cada flor y de cada ramo y de cada cadena. Cada vestido de tehuana impacta la vista y queda grabado en el corazón, los colores son lo que distingue a Oaxaca y al calor del Istmo, y así decíamos que cada vez que preguntamos la razón por la que llegaron los iraquies a esta zona, es por el parecido de las hembras y los colores de sus mantos y sus prendas, de sus sabores y olores, de su calor, de su soledad y sus tristezas y recuerdos, cada uno se va acomodando a donde llega, por lo que nos gusta y nos recuerda de dónde venimos y a dónde vamos, todos llegamos de una madre y vamos a la tierra. ¿Por qué razón es así?, no lo sé, solamente preguntando al papá Dios o a la mamá María y, a lo mejor, es el secreto de ellos y del por qué debemos abonar la tierra, por eso no debemos tener cajas de metal sino de madera que se fundan en el polvo porque de ahí, no venimos, venimos del amor y del contacto entre ella y él, y vamos, eso sí, al polvo de la tierra y debemos respetar los designios del señor…
¿Qué cuántos diseños hay en los vestidos?, pues sabe, hay tantos como los sueños y ensueños de las tejedoras y de sus manos mágicas, cada puntada es un puntito y miles de puntadas es una flor, así se hacen los colores en el universo y en la tierra, con paciencia y con suspiros de amor… y el Huipil tapa los pechos que amamantan y son los que muestran el valor de la tierra y de sus frutos, por eso dan leche de la buena y por eso se alimentan los muchitos con amor y caricias, y no las olvidan jamás, ni ellas ni ellos, siempre, al crecer, se van directo a los pechos, y por eso hay que taparlos con el huipil para no dar tentaciones ni despertar pasiones porque las pasiones son serias y hacen peligrar el equilibrio de la tierra… ahora, también los muxes se visten de seda y no se visten de monos, les gusta el tacto de cada flor y cada cadena, les gusta como se refleja en su rostro y en sus ojos y cómo se muestran como mujeres en sus cuerpos de hombres en el color de la tierra. Y también se engalanan las de fuera y nos piden que les demos consejos para portar la prenda y vemos los billetes con esa hermosa mujer que de tehuana daba valor al billete de cien, y cada año pasaban por sus prendas miles de manos y muchos suspiros al ver la belleza de la tehuana engalanada con sus ropas de colores y de flores y cadenas y figuras geométricas como cuando va uno a Mitla y ve los vestigios de la ciudad de muertos, y no huela a cadáver sino a la vida que dejaron muchos, en esas tierras. Y ve uno el jaguar como animal salvaje que salta de la nada y aparece en cada instante y en cada bocanada y en cada pensamiento de los zapotecos y de los mixtecos y de los huaves y chontales y criollos y vemos los colores de la grana cochinilla y las pinturas que se filtran a los pintores actuales que nos dan prestigio y vida, y así vamos por el mundo entre aromas y comida, entre mezcal de varios magueyes y entre hilos e hiladas de muchas formas y colores y teñidos y la creación ahí está, y no la pagan como la deben pagar, a lo mejor es el sueldo del hambre lo que nos hace ser en esta tierra y en este lugar del mundo, en la cintura de la patria, en el centro de la vida… en el vestido de tehuana. Sorprendiendo con el RESPLANDOR…resplandeciente. Entre el Sol y el viento y el mar, siempre el mar, largo y grande como los colores.