“SER JOVEN ES RESISTIR, Y SER JOVEN INDÍGENA ES RESISTIR DOBLEMENTE” Nadia López García, premio nacional de la juventud 2018.
Hace unos días contaba aquella acción de una anciana indígena que formada en una fila que llevaba ayuda y apoyo a los damnificados de hace años en Oaxaca, solamente, además de sus pies descalzos, su rebozo raído cargaba una cajita que le diera a la esposa del gobernador, Pedro Vázquez Colmenares, y le dijo: “Es todo lo que tengo, una nueces y una estampita de un santo al que rezo todos los días: las nueces son para alimentar el cuerpo y la estampita para alimentar el alma”, y esa es la voluntad y solidaridad de los indígenas de la Mixteca Oaxaqueña. Así es su valor y su resistencia, así es el amor a los demás cuando saben que solo la mano amiga es la que salva y compromete a uno con el otro de corazón a corazón,
Cuando uno recorre la Mixteca puede entender esa fuerza y valentía para sobrevivir, terrenos desmontados, áridos, con algunos magueyes y rastros de vegetación de tramo en tramo, al lado de los caminos pequeñas construcciones de palitos donde venden mezcal, unos solos y otros con gotas de Éter para que les pegue más a las gentes mientras van tejiendo en los caminos las tiras de palma para hacer sus sombreros o sus petates o sus canastas o las bolsas o los mantelitos que venden a los intermediarios que les engañan cuando cuentan los productos y les pagan cualquier miseria y, ellos, resignados lo aceptan, porque no hay más y, “Dios Proveerá” dicen con esa resignación y estoicismo de la raza que nos ha dado las raíces y que algunos desprecian y marginan y discriminan y ellos, nuestros indios, ahí están con la fuerza del Sol, sufriendo por el agua que recogen en las cuevas y caminan a veces más de cinco horas para tener una pequeña olla del vital líquido y por eso, a lo mejor, ni lloran, porque la sequedad no solo está en la boca sino en el corazón y deben resistir las embestidas de la pobreza a la que les han obligado por más de 500 años, por eso, cuando Nadia López García dice que: “Ser joven es resistir, y ser joven indígena es resistir doblemente” tiene en sus palabras la historia de todo un pueblo grandioso que ha resistido y sufre a cada instante.. Ella llegó orgullosamente vestida de indígena, con una falda azul que le hicieron sus tías que seguro orgullosamente la veían andar con la frente en alto para recibir su premio, con una blusa que le bordó su amada abuela Natalia de la que tanto habla en sus escritos y de la que tanto aprendió de la vida y del rebozo que le regaló su mamá, comprado con muchas horas de trabajo y de sufrimiento en las cosechas y la migración, fuera de su pueblo, sufriendo y ocultando su lengua y, cuando Natalia se da cuenta de ello, le crece el corazón y el valor aflora y dice : Yo lucho por ellos, por mi gente y así lo hace con valor y orgullo, con valentía y con la frente en alto destaca que hay que salvar las lenguas de nuestros pueblos y sus raíces y sus costumbres y sus bordados y su forma de ver el mundo y la vida y darles valor a todos para que nuevamente sean el Oriente salvador de la patria, nuestra patria que es México.
Y conteniendo el dolor y las lágrimas le llegan los recuerdos del camino que le permite llegar al premio y cuenta: “Hace poco lloró de impotencia frente a la Biblioteca Central de la UNAM. Debió optar muchas veces entre “un taco o unas copias” y seguir sus estudios, pensó en darse por vencida, pero no lo hizo” y cuando leo esto se me cierra la garganta y lloro, porque algunos sabemos de la miseria y del dolor, los que hemos tenido la oportunidad de ir a las zonas indígenas lo sabemos, y claro que duele y nos llena de vergüenza el que nos quejamos por tonterías, cuando no vemos el enorme esfuerzo y valor que requieren esos jóvenes que luchan por el FORTALECIMIENTO DE CULTURA INDÍGENA Y HABLAMOS DE BOBERÍAS y llenos de egos nos quedamos en el camino, como verdaderos pentontos… en vez de voltear a ver la gran lección de vida que nos dan muchos jóvenes indígenas que tienen que resistir doblemente para sobrevivir y lograr sus sueños, los sueños que dieron la grandeza a esos miles, millones de sobrevivientes que son la razón y la vida del pueblo mexicano. Y Nadia nos cuenta: “Escurren las lágrimas de mi madre a quien le pusieron ceniza en la boca para que olvidara su lengua. Mi madre, quien hoy vive con la mitad de su corazón. Soy Nadia una mujer de la Mixteca alta de Oaxaca: hija de una mujer que fue monolingüe hasta los 15 años y que no concluyó su educación primaria, porque no podía hablar español”
“Una mujer que recibió castigos por hablar y pensar en la lengua mixteca, Soy nieta de una mujer que a sus 60 años pudo escribir por primera vez su nombre. Soy bisnieta de Catarina, quién murió sin que una clínica ni un doctor llegaran a la comunidad. Soy mujer, soy indígena, soy migrante y soy joven”… y nos da la gran lección de valor y de vida, nos hace llorar y reflexionar, no para mostrarnos como folcloristas, sino como hombres que queremos a los nuestros y amamos y respetamos nuestras raíces y su gran lección de vida resistiendo más de 500 años la conquista, la miseria, la discriminación y, ahora, después de tantos años, surgen los nuevos valores de esa tierra y se lanzan a recomponer nuestro mundo y su mundo… benditos sean. Y hay que luchar por rescatar y mantener las 68 lengüas indígenas que son la voz de los nuestros al paso de los años, de los muchos años de silencio…ahora, sale la voz de los sin voz para rescatar la dignidad de nuestro pueblo…