Nadia López García, premio nacional de la juventud 2018, nos dice lo que le sale del alma, de los recuerdos, de su lucha diaria por sobrevivir y superarse para tener
la razón de su pueblo, su tradición, su visión del cosmos y de la vida, sus colores y sus cielos en la Mixteca alta de Oaxaca, donde nace el Sol y el frío y el hambre y la desesperación de miles de indígenas que sobreviven a la conquista y la marginación, al resentimiento y la discriminación de los suyos que parecen otros esclavistas que de la mano de la muerte recorren los fríos y secos parajes de la zona, Nadia nos narra que creció en los campos de fresa, tomate y pepino junto con varios niños jornaleros migrantes que cada año migran con sus padres al Norte, para laborar en los campos de cultivo, en lo que es el Valle de San Quintín, en California, ahí cultivaba al lado de sus padres los productos que otros consumían y solo descubría su aroma y su color y se fijaba en su hambre y miseria y dolor.
Nadia también cuenta que elaboraba “bolis” con sabores y los congelaba y vendía en la escuela y en vez de comprar el taco o el juguete para calmar sus ansias, ahorraba el dinero porque para ella eso le daba la idea de que más pronto regresarían a su comunidad al lado de sus abuelas, de sus tierra áridas, al lado de los suyos, de los iguales que hablan con la misma lengua y piensan en sus vientos y en sus sueños y hablan de las historias y de los cuentos pasados como historia oral de boca a boca y de corazón a corazón. Nadia desde pequeña sabía que su destino estaba clavado en su tierra, en los suyos, en sus raíces y sus palabras y cuenta que ahí, ella en la Baja, escuchaba por vez primera a su madre hablar su lengua y caían las palabras con sonidos de lluvia, la lluvia que lleva la vida en las tierras secas donde hasta las lágrimas se niegan a brotar….y cuenta que su madre “no nos enseñó la lengua desde pequeños. Pensó que así evitaría la discriminación y la exclusión, si escuchamos bien, la discriminación de los orígenes y la exclusión de los nativos de nuestros pueblos y es cuando ella entiende lo que todo esto significa en la discriminación y el racismo hacia los pueblos indígenas y con ese dolor se forja la nueva Nadia para realizar su trabajo, contando más historias como la de su familia y para que se puedan compartir las historias de vida y resistencia de los pueblos originarios que se han resistido a dejarse vencer y por ello, conservan la palabra, la que les rescata el corazón y fortalece las raíces y les hace entender su mundo y su vida con la dignidad del eterno luchador, del sobreviviente del que supera la conquista y la muerte por hambre y discriminación y por eso dice con orgullo y valentía: “YO SOY INDÍGENA” PORQUE EL SER INFDIGENA “ES TENER UN MUNDO Y NO RENUNCIAR A ÉL”
Y RELATA CUANDO EN SU LUCHA POR EL CONOCIMIENTO EN LA UNAM, ella se daba cuenta “que en infinidad de ocasiones tuve que elegir entre echarme un taco o comprar las copias de la escuela. Darme cuenta que estaba nadando contra corriente. Frente a los murales de mi universidad, llegué a enojarme por no haber nacido en un hogar rico, por no tener padres profesionistas, por no tener amistades de dinero que pudieras financiar mis estudios, mis pasajes o invitarme una comida”…. Llevando un dolor a cuestas, unas dudas que fortalecían su alma y hambre en su cuerpo, recordaba los esfuerzos de sus padres cuando salían al Norte en busca de nuevos medios para sus hijos y en la esperanza y en sus sueños y se destinó a luchar para ser la primera mujer que llegaba a la universidad y superaba las penurias y los obstáculos y, así entendió que: “sí se puede, de que si podemos” desafiar el futuro y superar el presente. Labrar las piedras de los signos y las palabras en los códices y en el corazón de las gentes y, por eso hay que rescatar las 68 lenguas que hay en el país y hay que hacer narrativas y ensayos de cada pedazo de tierra y de alma y de cuerpo y de pies cansados y de noches frías o de caminos largos, hay que valorar la tortilla y el fogón y la historia de la abuela que canta como si callera lluvia del cielo y las bendiciones al alma, ya hay que rescatar los silencios y los cantos y los llantos y los aromas y los colores y volver a la dignidad de lo nuestro, de nuestro origen, que no nos avergüence ser como ellos porque de ahí venimos y andamos por el mundo con el mismo sueño y la misma boca seca y la lágrima como piedrita en el ojo, como la piedra preciosa del corazón.
Nadia dice: “Soñemos juntos, en distintas lenguas, por un México más justo, más libre y más incluyente… hemos sembrado la semilla, en esta generación, la semilla para que en México crezcan nuestros sueños. NO NOS VAMOS A RENDIR”, porque jamás se han rendido, llevan más de 500 años luchando contra el despojo, la exclusión, la marginación, la discriminación, el hambre, la injusticia, la agresión y, sobreviven a todo, son la buena semilla que necesitamos para ser grandes y fuertes y dignos y plenos y libres y de corazón a corazón les decimos que ya vamos para allá, cuando entendemos las palabras y lo que nos dicen como si fueran gotas de lluvia cayendo en suelo fértil… que bueno que nace esta nueva generación de vida y sobreviven al dolor y a todo, porque cuando se lucha contra todo y no se muere, sin duda, se fortalece el espíritu y el cuerpo…