Pues sí, es verdad, las batallas han sido muchas y las del cinco de mayo quedan en la conciencia nacional y se recuerdan con la fuerza de una representación que, por la pandemia, se pierde y no se verá por ahora en su celebración. Algunos nos comentaban que si no fuera por los Zacapoaztlas
que llegaron con maches y ganas de pelear, bebiendo pulque y fumando marihuana, dicen algunos más, esa batalla no tuviera la importancia que tiene para la conciencia nacional y como sea, la realidad es que cuando menos quedan vestigios de que algunos queremos ser independientes y buscamos la protección de la soberanía nacional, y pues, así sea por mucho años más.
En las montañas y los valles rodeados de verdes y secas ramas, viendo como pastan las mulas, los burros y los bueyes, los borregos y los chivos y van caminando con los pies cansados los niños que apoyan a las labores agrícolas podemos entender lo que son las nostalgias, ahora, cuando la vejez se acerca mucho más y dejamos la paciencia pues entendemos que lo que perdemos es el tiempo, que es poco y se agota en cada segundo que dejamos pasar, a lo mejor, por ello, los viejos no dormimos, estamos con el ojo pelado pensando en pendejadas y reviviendo recuerdos y cosas pasadas, muchas de ellas abandonadas por años y de pronto llegan como fotos borrosas a la mente y nos perdemos en la oscuridad y volteamos a la ventana y solamente medio vemos las ramas del pirul o escuchamos algún ruidillo extraño que nos mantienen en alerta, porque además, en la vejez, sentimos que no podemos perder oportunidades de asombrarnos y es por ello que los viejos y los niños ven los espantos con diferentes ópticas, unos, como charlas y cosas curiosas, y otros, los viejos, como cosas que en verdad llegan a estar ya muy cerca del alma. Y te duelen los huesos y las corvas y los dolores avanzan en todos lados y no encuentras acomodo en la cama, como que no nos dejan dormir porque pronto tendremos muchos días, años y tiempos para no estar en este mundo, no sé si durmiendo o rompiendo los ritmos para convertirnos en polvo, porque al parecer, de ahí venimos.
Y en la madrugada, entre lo oscuro y la luz, ya no entendemos que hacemos porque escuchamos cantos y trinos y crugen las ramas y la cigarra salta con sus tonos agudos que nos dicen que por ahí andamos, cuando los viejos de antes nos contaban que los espíritus de pronto llegaban, nosotros, entre espantados y miedosos no dábamos crédito a eso y ahora, cuando son la realidad y no solamente sueños ni recuerdos pues entendemos que los tiempos del final se acercan y ya nada será igual, no tienen caso los recelos, ni las envidias, ni los rencores, ni los llantos, ni las alegrías, ni los reclamos pues ya para qué, diría el viejo Lolo cuando se retira de las charlas con el cigarro de hoja prendido en los labios, como haciendo una sonrisa y dejando a sus mercedes para el rato, para cuando tengan ganas de un mezcal o de un café que se supone, a todos, hace daño, pero son sorbitos que dejan salir las palabras y sacan los recuerdos, y a veces, hasta las lágrimas. Pues así es la cosa y pues así hay que tomarla.
Y de pronto la pregunta: ¿ya te vacunaste? Pues sí, pues no que muy macho y que la muerte te la pelaba y que los dientes de la flaca te hacen reír y entonces ¿para qué vas a vacunarte?, si lo que al final de cuentas deseas, a veces, es morir y dejar ya todo en paz y en calma. Pues no que es mejor morir hinchado que arrugado, que te dan pena las canas y los malos olores que de pronto sacas en los pedos, o la neta, es que además de todo pues el miedo no anda en burro ni en ningún animal, sino en el alma. Sí, las noches no son interminables pero son tediosas y aburridas, más cuando la vista ya está cansada y ni siquiera sirve para leer y dejar que los sueños nos envuelvan y nos den esperanzas de nuevas luces, cuando ya no hay muchas de ellas. La verdad es que los viejos se paran temprano no porque así lo quieran, sino porque ya no tienen nada que dejar en la cama, porque todos los recuerdos se van dejando en el camino y los sueños se van terminando y acortando esa es la realidad en el tiempo. Algunos se van entre las notas de la música, otros, entre canciones sencillitas y cursis que les recuerdan algo y suspiran, y bueno, ya ni podemos echar el trago ni tomar copitas de mezcal y fumar dejando que los humos se vayan para el cielo y se pierdan en las nubes y se limpien en el camino dejando el fuerte olor del tabaco o de la marihuana que en algún tiempo nos sirvió para encontrar nuevos caminos y la dejamos en alguno, como si nada. Olvidada, como muchos recuerdos.
Dicen que los viejos debemos hablar mucho pero no es así, mejor nos callamos, nos tragamos ya muchos dolores y los arrojamos por los aires y en los tiempos de pensar. Ya no quieren hablar, es mucho lo que dicen de pendejadas y a veces muchas de ellas lastiman a los que más aman y esto duele de verdad, se les clavan en el pecho y ya no quieren volver a hablar, por eso perdemos la capacidad de escuchar para no estar contestando a cada rato, por eso perdemos la visión para no estar atentos a todo en la vida, queremos dejar hacer y dejar pasar, ya ni siquiera comemos lo que se nos antoja y no tenemos el sabor de ayer ni recordamos los olores que hemos perdido en tantos años. Es cierto, lo único que a veces queremos los viejos es terminar, no sabemos cómo, a veces tenemos miedo y sacamos llanto, y en otros tiempos tenemos valor y no sentimos ya nada, como que dejamos a un lado los sentimientos y los dolores, son tantos que no distinguimos y nos duele el corazón y suspiramos, ni siquiera pensamos en que al morir nos llevarán al camposanto o a un incinerador para acelerar el hacernos polvo, y es lo que en serio quiero para que suelten los polvos por el campo y la tierra y el árbol, total, no llegará el espíritu ni el recuerdo, porque al final, cada quien para su santo, y la vida seguirá…seguirá mucho tiempo más…eso denlo por seguro.