Más allá de nuestras habilidades cognitivas, de nuestra capacidad innata para aprender, para adaptarnos a situaciones nuevas, procesar información,
resolver problemas y comprender símbolos, la inteligencia exige habilidades personales; comportamiento empático, apertura para escuchar y entender a las personas, capacidad de autocrítica, reconocimiento de los méritos y las aportaciones de "los otros", disposición al diálogo, regulación y control de nuestras propias emociones, sintonización con los deseos y las necesidades de los demás, reconocimiento y valoración de las opiniones ajenas, humildad para reconocer el desacierto o el error, aptitud para enmendar o recomponer las acciones. La inteligencia es pues, un concepto plural, cambiante e interactivo; mezcla de cognición impersonal que nos dota de habilidades analíticas, creativas y prácticas para entender y modificar nuestra vida y nuestro entorno, y de habilidades intra e interpersonales que nos impulsan a actuar en favor de los demás. Agregados al poder, tales rasgos positivos de inteligencia "integral" prefiguran la personalidad del prócer o del estadista. Pero donde asoman la ignorancia, el fanatismo o la cerrazón ideológica; donde se ausentan la empatía y la inteligencia emocional; donde se repudia el diálogo y se prioriza el monólogo; dónde el cliché, el eslogan o las frases formularias reemplazan al pensamiento, solo hay espacio para el dictador, el sátrapa o el idiota. Destacarán los estigmas del incapaz o del imbécil: La manía autorreferencial, el egoísmo superlativo o el narcisismo extremo que llevan a la autocomplacencia. Las opiniones contrarias carecerán de razón; el "yo" se entroniza por encima del "ustedes". No habrá enmienda posible ni lugar para la duda, pues el idiota se resguarda en sus conceptos de cartón, en sus frases doctrinarias que repite hasta la náusea; ensimismado y egocéntrico, jactancioso y delirante, se supondrá infalible e impecable, eficaz e indefectible. Así, acorralado en la discusión racional, confrontado con los datos o con el peso de los hechos, negará la evidencia, recurrirá al denuesto y al ultraje, al agravio y a la injuria. Buscará en su "mente de loro" la frase efectiva, la consigna incendiaria, la descalificación prejuiciosa.
Así, aunque los muertos de Obrador rebasan ya los 121 mil asesinatos en tres años y medio (más de los acumulados en todo el sexenio de Felipe Calderón), aunque se registran ya 451 homicidios dolosos en los primeros cinco meses de 2022 contra niños menores de 17 años (338 en el contexto de un fuego cruzado entre grupos delincuenciales o del crimen organizado), aunque México es considerado uno de los países más peligrosos para el ejercicio del periodismo, con 12 periodistas asesinados en el país durante los últimos 6 meses, aunque las autoridades de Estados Unidos han recomendado a sus ciudadanos no viajar a nuestro territorio debido a la "inseguridad y la violencia relacionada con el crimen organizado y el narcotráfico", aunque la iglesia, la oposición, las organizaciones ciudadanas y el país entero ha suplicado el cambio de la estrategia de seguridad de "abrazos no balazos" (demagogia absoluta, inacción y complicidad). Nuestro loro palaciego repite sin cesar:
"Los religiosos que han criticado la postura de abrazos, no balazos, van contra las enseñanzas del cristianismo", están muy "apergollados por la oligarquía mexicana"
"Los adversarios con sus voceros y achichincles tratan de confundir, desinformar, manipular, diciendo "que barbaridad, nunca había habido tanta violencia en México"
"La verdad es que no hacen mella (las criticas) porque es muy irracional lo que plantean, además están defendiendo una estrategia fracasada. ¿Qué es lo que quieren, que usemos toda la fuerza del Estado, que no nos tiemble la mano y que se aplique la ley del Talión, ojo por ojo y diente por diente?
¡Nada de eso mi señor! ¡Investigar y perseguir a los delincuentes, combatir el crimen con la fuerza legítima del Estado, salvaguardar la integridad y los derechos de las personas, garantizar la libertad de prensa, combatir frontalmente al que asesina y al que mata, privilegiar y proteger los derechos de las víctimas, entender el dolor de las familias en duelo o establecer en el país un Estado de Derecho, son conceptos que desbordan su minúsculo intelecto!
Dr. Javier González Maciel
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Estudios universitarios en Psicología, Médico Cirujano, Especialista en Cardiología, alta especialidad en Cardiología Intervencionista en Madrid España, titular de posgrado en Cardiología clínica, miembro de la Sociedad Española de Cardiología, profesor universitario, director médico en la industria del seguro de personas y conferencista para América Latina