Para hablar de protección ciudadana hay un grave, muy grave problema.
Es que la policia no recibe el apoyo de las autoridades ni el respeto de la ciudadanía, y ahí es donde de filtra el crimen organizado. Para darles una idea. Un mando, uno, tiene que ser responsable de cuatro, si cuatro, alcaldías. Y una patrulla, una (en promedio) es el recurso para cada colonia. Y aún así, a los uniformados se les desmantelan. No llevan tolete, gases lacrimógenos, esposas, escudos, y si la sombra de los “derechos humanos” que dan muchísimas ventajas a los delincuentes. Es cierto, la aplicación “mi policía” en los teléfonos celulares es necesaria, fundamental y vital. Hay que decirlo, si funciona, si atienden, si responden y con cortesía, pero en más de las ocasiones no cuentas ni con gasolina para mover a las patrullas. Todo este asunto es muy delicado y más aún cuando no existe ni el valor cívico ni la unidad vecinal para la auto protección. El temor a represalias, a denuncias, a declaraciones a ir al ministerio público inhibe a los vecinos para apoyar a los uniformados. En más de las ocasiones las alarmas vecinales sirven para no auxiliar, es como una llamado de atención para no asomarse para enterarse qué ocurre. Las cámaras domésticas de vigilancia sólo son utilizadas cuando el dueño se ve involucrado en un asalto, intento de secuestro o amenaza. Si esto ocurre a un vecino no aportan por temor a ingresar a un asunto que no es el suyo. Las policías privadas sólo defienden a quien les paga, los otros quedan a la deriva. En fin, la seguridad es un mero pretexto para discursos políticos. Prefieren más recursos y financiamiento para sus marchas y plantones que para crea ciudades seguras y ciudadanos tranquilos.