Ahora sí y con mayúsculas se ganaron el repudio y el desprecio social y miré que les hemos aguantado muchas. Y no vamos a jugar con aquello que se le han aplicado
a los maestros o a los policías: “no todos son malos”. El transporte en la Ciudad de México es un fiasco porque así lo ha permitido el gobierno. Las concesiones a los microbuseros, los permisos a los taxistas, la fuerza a sus sindicatos y lideres, la nula aplicación de la reglamentación, todo eso ha contribuido a que a diario se practiquen robos, pérdida de horas/hombre, tráfico intenso y anarquía. Líderes de taxistas dicen no temer a las sanciones jurídicas por sus bloqueos porque aseguran “su maestro” López Obrador los enseñó a paralizar las calles y les paga 500 pesos por persona acarreada y por unidad que participante en sus mítines. Pero hoy estos inconformes están en contra de empresas que si prestan un servicio digno, puntual, limpio, mucho más seguro, con seguimiento de rutas, con teléfonos que se responden a las quejas y más baratos. A estos, los paristas le gusta lo fácil, negociar para sacar ventajas. Que pregunten a sus líderes cuánto reciben por debajo de la mesa para aceptar formar parte del músculo electoral. Que nos expliquen como al interior de la UNAM asociados con el sindicato cometen todo tipo de irregularidades (son fácilmente detectados porque ostentan una banderilla o pañoleta amarilla). Que se asomen a la lista negra de asaltos, robos y secuestros “express” que tienen su origen en los taxis. Que interroguen a los usuarios para saber el grado de confianza que tienen. Son para decirlo claro, una vergüenza. Y tienen todo el derecho a reclamar, a exigir, a manifestarse pero ninguna oportunidad para evitar que otros transiten, para crear un caos citadino, para generar pedidas millonarias, para ofender, para generar violencia, contaminación y tráfico. No tienen ni la calidad moral ni el derecho para bloquear y con ello no permitir que otros que si tienen dignidad trabajen, a lleguen a una operación bancaria, o a una emergencia médica, o a un examen profesional, o a al aeropuerto o dónde nos venga en gana siempre y cuando respetemos los códigos que nos permiten entendernos entre millones de seres. Taxistas irresponsables que a diario arrojan la lámina contra otros, se estacionan donde se les ocurre, circulan por todos los carriles sin respetar indicaciones y señalamientos. Esos que al momento del cobro argumentan no traen cambio para quedarse con una propina obligada. Esos, precisamente esos, deberían de esconder la cabeza ante una sociedad que ha sido demasiado tolerante. Tendrían previo a exigir, ofrecer disculpas y lavar, por lo menos, sus unidades. Saben que muchos miles, millones, no pudieron hacer y cumplir con sus obligaciones porque ellos, los choferes no quisieron y las autoridades una vez más fueron omisas. Rebasaron la nueva respuesta del gobierno de la CDMX y se enfilaron a gobernación. Y ahora, como “su maestro” están planeando bloquear indefinidamente con un plantón a Paseo de la Reforma. Pero si su enfado es que tienen que pagar impuestos o revistas, pues que primero pidan cuanta a sus líderes, que les abran sus cajones y se den cuenta, en principio, junto con el gobierno, donde inicia el engaño.