Vamos como el cangrejo. Ahora resulta que se puede “reservar” la información de cómo y con cuánto se construye un
segundo nivel de periférico o la obra del aeropuerto de Santa Lucía por razones de “seguridad nacional” pero impunemente se divulga el nombre de un alto miembro del Ejército Mexicano que recibió órdenes expresas para combatir a los más peligrosos criminales en el país. Este soldado mexicano hoy está en gravísimo riesgo como así lo estuvo la población de Culiacán. El primero al colocar su cabeza en la guillotina del narcotráfico, la segunda por salvar la vida luego de horas de intensos tiroteos en su ciudad, Culiacán. El presidente no debe ni puede señalar a otros para cuidar de su popularidad y en este caso en específico, tratar de esconder sus errores. Si el presidente no dio la orden alguien asumió que tiene el poder suficiente como para romper la disciplina militar. Ya no únicamente se permite que a los soldados se les humille y golpee públicamente, sino que se les coloca en el más insultante pabellón, el del descrédito o de la amenaza a su integridad. Con esto se corrobora que crecen los engaños y que los responsables se escudan en frases superficiales de “lo importante era salvar vidas “. Mejor, antes de aventar a un soldado a la hoguera nos digan con claridad donde está Ovidio o su hermano Ivan Archivaldo porque sería un verdadero infortunio que luego de liberarlos en su casita no se les haya seguido la pista. La urgencia de información y los sarcasmos del presidente están convirtiendo a las mañaneras ya ni siquiera en la misa dominical sino en el más ridícula tendedero público en donde se grita mucho y nada se dice. Pero insisto cómo lo escribí ayer, todavía hay colegas que se muestran agradecidos porque el gobierno federal nos compartió su bitácora de errores y engaños.