Este fin de semana platiqué con un guatemalteco indocumentado que acaba de llegar a
la Ciudad de México. Lo encontré en el Zócalo, junto a Palacio Nacional. Solicitaba ayuda económica a quien “veía decente por qué muchos mexicanos me piden me regrese a mi país porque no nos quieren y porque aquí las cosas están muy mal”. Este padre de familia me explicó que huyó de su país no por hambre, vamos ni siquiera por la pobreza, sino por amenazas de muerte de los marasalvatruchas que “nos extorsionan a cambio de dejarnos con vida”. Entraron a México con una caravana de centroamericanos por el Suchiate. Burlaron a la Guardia Nacional. Por Arriaga, en Chiapas, buscaron la forma de treparse en la Bestia. Lograron llegar a Veracruz, donde me contó, se les acercó una Suburban negra, y los atracaron. Lastimaron a su esposa del tobillo y tuvieron que huir a la capital del país él, su esposa y dos niños menores a 10 años. Piden por el momento caridad y espera llegar a su embajada para solicitar protección y papeles para quedarse a vivir aquí en la Ciudad de México. No prenden llegar a Estados Unidos porque esa no es su intención. Buscan refugio mexicano porque no tienen otra salida. “Llegamos, me narró, desprotegidos pero entramos a Mexico sin pasar ninguna revisión. Con nosotros y entre nosotros, se filtraron muchos delincuentes que vienen a secuestrar y a asaltar. No hay ninguna aduana que nos detenga ni autoridad que nos interrogue” incluso, y es muy probable, algún centroamericano venga infectado o enfermo, “y ya ve usted como està eso de la enfermedad china”. Cómo se quiera ver, esta historia representa una tragedia, un drama que viven miles y miles expulsados de sus países. Son migraciones forzadas. Pero preocupa saber que están llegando a nuestra nación por fronteras porosas que permiten el acceso a todo tipo de personajes que no cumplen con las leyes y muchos de ellos forman parte de grupos clandestinos, guerrilleros, traficantes de personas, narcos e incluso delincuentes reincidentes. Aquí, he escrito, el gobierno o se pasa de ingenuo o simplemente responden a esa ocurrencia presidencial de “los brazos abiertos” a todo aquel que quiera usarnos de tránsito hacia Estados Unidos o que a la fàcil se queden en nuestras ciudades de manera permanente. Incluso muchos de estos ilegales son presas de los grupos criminales y cárteles que les ofrecen, con todo y los riesgos que implica, mayores privilegios, trabajo, dinero y asistencia de la que es capaz el gobierno. Pero aquí hacemos como que todo está bajo control y que tenemos resuelto el conflicto migratorio, cosa que es absolutamente falsa.