Seguimos hundidos, porque así nos tríeme el presidente, en infamias, ataques, demostraciones, conflictos,
confrontaciones, menosprecio, insultos y estamos dejando de lado eventos sustantivos, prioritarios, urgentes. No voy a escribir de economía, ni de política, ni de religión, trataré sobre nosotros, todos. Estamos registrando una temporada que calificó de maldita por la enorme cantidad de fallecimientos que el gobierno minimiza y mantiene a sujetos como Lopez Gatell. Prácticamente hace dos años supimos de la existencia de una enfermedad convertida, inicialmente neumonía atípica, que se convirtió en pandemia mundial, eso era, un mal lejano, desconocido pero que no nos alteraba. Empezamos a conocer cifras, protocolos, sanciones, limitaciones y muertes. La pandemia estaba acechando pero morían otros, los desconocidos, los que no se cuidaban. Meses después ya la pandemia tenía nombre y apellido. Empezaron los sepelios de cercanos, de parientes, de conocidos, de figuras públicas, de amigos. Creíamos que por razones de edad tenían que partir pero no, aquí nos los estaban arrebatando en una asfixia injusta. Pero perdíamos muchos más, la pandemia nos arrebató el derecho y privilegio de brindarles un homenaje, una despedida, acompañarlos en ese difícil trayecto dentro de la funeraria. Unos se fueron por la pandemia (la mayoría) otros por distintas causas pero que no significa que se diluyera el dolor. Como personas y como sociedad estamos acumulando esa necesidad de acercarnos a nuestros muertos, despedirnos de ellos y guardarles duelo, no quiere decir vestir de negro y acudir a misa, sino reconfortar el alma. Ellos, los cercanos nos dejaron algo en vida, mucho o poco, pero contribuyeron a formarnos. Nuestro destino lo cambiamos juntos. Conocimos el valor de la familia, de la integridad, de los valores y por esta maldita temporada solo nos enteramos de su fallecimiento por redes sociales o un telefonazo con una fría expresión: lo siento mucho. Pero ya no ese abrazo cálido, fraterno, esa necesaria compañía que reconforta que ayuda a aliviar y a cicatrizar. De lejos nos despedimos. No hay el carácter para llorar o para compartir algunas palabras de aliento. Y eso lo estamos acumulando en nuestra emoción y tendrá que exponerse de alguna forma, cuando nos demos cuenta del sinfín de personajes que murieron y que para las autoridades son solo cifras manipuladas no la representación de seres humanos. No puedo permitirme en este espacio pronunciar algún nombre de mis cercanos fallecidos porque a la fuerza de la emoción o torpeza de la memoria podría omitir a alguno y sería más que injusto una ofensa. Pero espero que ellos sepan y comprendan que duele y mucho su ausencia y que todavía está maldita temporada no acaba aunque el semáforo preventivo sanitario lo usen para fines políticos con el objeto de distender la presión social. Hoy los cementerios no están llenos de anónimos. Están ocupados por quienes en la vida nos regalaron algo de su energía.
*Conductor del programa VaEnSerio mexiquensetv canal 34.2