El acto provocado, promovido por amlo en el zócalo y con fines claros de un narcisismo impresionante deja en evidencia la irresponsabilidad en el control
de la pandemia, el uso y abuso de los pobres, la inmensa red de clientelismo y un acarreo absurdo repartiendo dádivas que en suma son millones que deberían tener una explicación. El presidente nuevamente usó al zócalo como su salón de fiestas o su sala particular. Sin pausas, sin muletillas, eufórico lanzaba consignas, advertencias y ocasionalmente a falta de razones y si mucha emoción expresaba “palabrotas” intentando encender a los ahi reunidos por su jocosa puntada. Por supuesto no se trató de un Informe de Gobierno acartonado, cargado de cifras y aburrido. Por el contrario, fue una arenga vacía de propósitos, promesas incumplidas, frases conmovedoras y señales de un empoderamiento patológico digno de un faraón. Sólo se engrandece cuando presume sus obras de infraestructura carísimas e inconclusas. Tres, son tres, Santa Lucía, Dos Bocas y el Tren Maya, lo demás no es materia de comentario, ni el avión presidencial ni mucho menos la grave carestía de medicinas, la grave disminución en el suministro de agua y la galopante violencia. No hay cifras de kilómetros en carreteras, escuelas u hospitales construidos, es una simulación política convertida en autoelogios de sus propias ocurrencias. El país lleva tres años en recesión pero presume lo que debería darle vergüenza: las remesas. Habla de sus protegidos como prohombres jamás vistos en la historia y se ufana de vencer a sus opositores, todos corruptos por supuesto. Avienta a los más cercanos a una contienda anticipada a la presidencia y estimula gritos a favor de Sheinbaum que incomodan a Ebrard. Digamos una política sucia de enfrentar para evaluar. La gente trepada en camiones y transporte público de uso exclusivo para continuar con el griterío de agitadores profesionales que llevan bien aprendidas sus rimas a favor del Tlatoani. Un ejemplo de cómo mantener a una sociedad pinta para evitar secuestros según su criterio. Un electorado que se conforma con la salpicada de unos miles que les dan aliento para semanas pero que con eso no les alcanza ni para pensar en escalar en los niveles sociales. Antes se llamaba corporativismo, hoy es una asistencia “voluntaria” que enmarca la frase de “amor con amor se paga”. Nada buenos nos dejo esa convivencia multitudinaria más que la preocupación doble de encontrar a un gobierno demagogo y a una parte de la sociedad sumisa y engañada.
Carlos Ramos Padilla
*conductor del programa VaEnSerio mexiquense tv canal 34.2 (izzi 135)