Sin exagerar en los próximos meses México se estará jugando su futuro y es en serio. Por vez primera podría verse un existo si movimiento aliancista
de alto perfil para ganar procesos electorales lo que implicaría no sólo la convivencia política sino la determinación de ejercer un gobierno maduro de coalición no de colisión. Se requeriría un alto protocolo de entendimiento para obtener las mejores ideas incluso de corrientes ideológicas antagónicas para buscar acuerdos y proyectos en conjunto en beneficio del país. Como primer esquema se tendría que llegar a acuerdos factibles de integración partidista, después a la decisión de seleccionar al mejor aspirante a gobernar el país incluso sin importar género y tercero a formalizar la gobernabilidad con los más aptos talentos de cada corriente política. El salto sería impresionante, si me permiten algo similar a lo ocurrido en el 2000 cuando sin violencia y con un ejercicio legítimo el PAN ganó la presidencia dejando a un lado una inercia priista de décadas. Sumado a eso la fortaleza del entonces IFE ahora INE y la credencial para votar (tomándose como el identificador personal más creíble junto al pasaporte) nos mostraron frente al mundo como un ejemplo de civilidad. Hoy las tentaciones por romper esa alianza son cotidianas y no se esconden. Las pruebas son densas y tensas. El presidente hábilmente somete a debate la militarización del país y la prisión preventiva oficiosa. También provoca polariza al dar a conocer la persecución de Peña Nieto y el
encarcelamiento de Jesús Murillo por el espinoso asunto de Ayotzynapa. Estos archivos han sido motivo de disputas, disparates, enconos y acusaciones en todos los niveles políticos y ahora Palacio Nacional lo rescata y les lanza gasolina para sus fines políticos. La trampa es evidente incluso con Layda Sansores como mensajera para debilitar la fuerza que pueda tener Alejandro Moreno al frente de un partido que para muchos está resucitando. El PAN parece no ha entendido la estrategia y entorpece la posible alianza en el Estado de México y ahora Marko Cortes intenta hacer responsable al PRI de mantener lo que llama “la coalición legislativa”. Empezamos a ver entonces, a placer de AMLO, el inicio de fracturas por temas que deberían tener una posición monolítica, única, frontal y firme. Jugar a la absurda repartición de plazas, a medir fuerzas a partir de conflictos sembrados o a negociar fórmulas retrógradas sería la sepultura de una renovación necesaria y que se opusiera, ese es el tema, a la consecución de un proyecto Yam enfermizo y dañino que hoy vive el país. Permitir que la UIF sea un arma política contra adversarios o someter al poder judicial a caprichos de mando es grandísimo. Recordemos que el propio Pablo Gomez, hoy empleado dirigente de la UIF, cargo que le impuso Lopez Obrador, fue uno de los aspirantes a gobernar al entonces DF teniendo como rival al tabasqueño al que atacó ferozmente por su ilegalidad (protegida por Zedillo) de aspirar a la Jefatura de Gobierno sin cumplir el requisito de residencia. El Estado de México bien puede ser la antesala de lo que se viene en el 24 y la unidad, consistencia y respeto debe ser la página de entrada a un cambio nacional. Aventar nombres, exhibir a políticos aspirantes, proponer la ruleta rusa es así de fácil esperar que la única y última bala acabe con el sistema político mexicano para entrar a un ejercicio de omnipresencia presidencial y militarización del país con las consecuencias funestas de debilitar las garantías individuales consagradas en la Constitución.
CARLOS RAMOS PADILLA*
@cramospadilla
*Conductor del programa VaEnSerio mexiquensetv canal 34.2 izzi 135 y mexiquense radio