Rebeldes

Algo no anda bien. La gente está molesta y daña a los demás, aunque se trate de activistas “pacifistas”. En Londres un grupo de personas

se dedicaron a bloquear Trafalgar Square anunciando que son veganos y estamos obligados a sala se a las plantas. Bloquearon la simbólica plaza y luego de manifestaron tomando avenidas y calles. No les importó la actividad de millones de personas. Un par de activistas arrojaron latas de tomate sobre una de las obras (los girasoles) de Vicent Van Gogh argumentando que si vale lo mismo cuidar una obra de arte que una vida humana. Luego de sus atentados se embarraron pegamento en la mano para adherirse a la pared y que las autoridades no las pudieran retirar. En Edimburgo otros activistas dentro de supermercados se dedicaron a vaciar los recipientes de leche para promover una dieta basada en plantas. En Mexico, mujeres anarquistas encapuchadas destrozan mobiliario urbano y dañan propiedad privada porque piden defender sus derechos mientras una célula de grafiteros pintarrajean las bardas del viaducto obligando a la población a sostener que lo que hacen es “arte”. En estos breves ejemplos que doy el síntoma es la agresión como factor esencial. Es desafiar lo establecido para imponer nuevas reglas o formas de pensar sobre lo que dicte la ley o las costumbres sociales. Intuyen que destruyendo una obra universal habrán de cambiar la vida a cómo les acomode. Creen que rompiendo esquemas a través de destrozos habrá evolución humana. Sienten, si es que lo hacen, que sujetando a los demás a sus denuncias se les apoyará incondicionalmente. Podría presumir que ninguno de estos activistas se acerca siquiera al mínimo a la expresión, talento, estatura y conocimiento de un personaje como Van Gogh. Lo que llaman “arte” en grafito ni siquiera mantienen un valor mínimo artístico de quienes, si saben de colores, dimensiones, perspectiva. Son letras descuidadas en su presentación, deformes y que muchas llevan códigos que entienden bandas o grupos criminales. Entienden estos pintores que son propietarios de los bienes urbanos o bardas de propiedad privada sin siquiera aportar, vamos a contribuir con recursos para mantener la misma infraestructura que maltratan. Persisten en que todos seamos veganos porque ellos lo son. Pretenden respetar al sistema ambiental y ecológico provocando ruido, contaminación y bloqueos. Tiran, desperdician leche ignorando que fuera del establecimiento seguro habrá un “homeless” hambriento o un niño enfermo en fase terminal. Eso les vale. De “pacifistas” no tienen nada más que la etiqueta para evitar ser aprehendidos. Lo delicado es que muchas autoridades en países como Mexico toleran, aprueban, condonan o estimulan a estos sujetos para usarlos como grupos de choque o carnada electoral. En países avanzados, como Dinamarca, que le gusta presumir a AMLO, no solo son detenidos sino multados y además obligados a reponer el daño que infringieron a espacios que otros han pagado para vivir mejor y más seguros. Intuyo que muchos de ellos no permitirían que a sus familias y propiedades las dañaran como lo hacen ellos con sitios que no les pertenecen. Más rápido que pronto por pensar y escribir este texto recibir insultos, denostaciones y agresiones de los radicales que darán fuerza, sin duda, a mi análisis. Ya me ha ocurrido en las redes sociales.

CARLOS RAMOS PADILLA*
@cramospadilla
*Conductor del programa VaEnSerio mexiquensetv canal 34.2 izzi 135 y mexiquense radio.