Alguien, preparado en el tema, tendría que compartirnos sus experiencias en los estudios de comportamiento masivo
e impactos psicosociales. ¿A qué me refiero? Nuestra conducta gentil, amigable de compañerismo y solidaridad ya no es la que nos distinguía. Esa vecindad, ese compadrazgo, esa convivencia se ha perdido para convertirnos en personajes con paranoia, evidente agresión y poca compasión. No sé si se deba a la pandemia, si sea consecuencia de las cotidianas agresiones generadas por el presidente, vivir índices de crimines y violencia nunca vistos o la carestía, desempleo e inflación, o todas en conjunto. No hay día en que no sumemos una historia de inseguridad o violencia callejera esencialmente en el tránsito vehicular. Todos tenemos la razón de cometer ilícitos y de pensar que los demás son imbeciles a los qué hay que ofender. Como ejemplo revise la conducta de los choferes del transporte público o de los motociclistas. Son sujetos que se autorizan violentar todas las reglas, pero además agredir a quien se atreva a señalarles sus arbitrariedades. Hemos llegado al punto de querer romperle la cara a un desconocido por tocarle el claxon. Le daré un ejemplo de lo que ocurre. Hace unos días publiqué en el twitter lo siguiente: “Acabo de estar en el hospital Ángeles del Pedregal y me cobraron 800 pesos de estacionamiento. Es ofensivo uno no va a los hospitales a divertirse. Y advierten que solo sellan el boleto a médicos y ambulancias, no importa si hay una emergencia familiar. Es inaudito”. Las respuestas fueron abundantes, pero me llamó la atención un importante número de mensajes con rencor y resentimiento, con agresiones e insultos. Condenaron mi clase social, se burlaron, me pidieron evidencias, me calificaron de rico, de fifi. Para ser como todos, me regañaban por no acudir al ISSSTE e irme en “bici”. Muchos pidieron regular a los estacionamientos y la intervención de la PROFECO pero ninguno, ninguno, me pregunto si estaba bien, si me ocurría alguna emergencia, qué me había sucedido o en el extremo, en qué me podrían auxiliar. No hubo quien se preocupará por enterarse a qué fui a un hospital (salvo algunos amigos en privado que les importó lo ocurrido). Nadie supo si me enfermé, si me internaron, si me accidenté, si se necesitaban donadores de sangre, si fue por un parto, si algún cercano estaba grave, ¡nada! Algunos con leperadas me cuestionaban mis actividades y otros sancionaban duramente a los Vazquez Raña. No se vio unidad o conciencia del problema que presenté y que todos sabemos y pagamos las consciencias por estos abusos. No noté un síntoma de humanidad y de proponer en serio alguna reforma que nos ayudará a todos. Ninguna autoridad, por supuesto, me buscó para ofrecerme ayuda,
corregir la situación o explicar el porqué de las tarifas. Tampoco se asomaron los empresarios. Todo permaneció en una especie de catarsis masiva. Algo nos pasó, hemos cambiado.
CARLOS RAMOS PADILLA
@cramospadilla
*Conductor del programa VaEnSerio mexiquensetv canal 34.2 izzi 135 y mexiquense radio