Con ya relativa frecuencia me pregunto y lo hago a los demás: ¿a quién le interesa romper a este país? ¿Quién nace
con la voluntad diaria de confrontar, de dividir, de romper? Llegar a Palacio Nacional, representativamente, es arribar al corazón de la nación para promover ideales, argumentos, razones, valores que le den identidad y fuerza a la Patria. Es el mejor lugar para hablar y fuerte de unidad, para socorrer a los necesitados porque ahí están los recursos que hemos depositados todos. Es dar ejemplo de nacionalismo, de fuerza moral. No es sitio propio para armar discursos de odio que parecen redactados por aquellos que viven de la usura, de la desigualdad, de la violencia. A quién le puede interesar buscar por décadas pisar Palacio Nacional para desangrar, literalmente, a la sociedad, disminuir a los otros poderes que generan equilibrio, a colocar a las Fuerzas Armadas al servicio de uno para herir a muchos. Llegar a Palacio Nacional es limpiar a la nación, dejarla bella, habitable, decorosa. Es presumir a la Patria buscar hermandad, reconciliación, coincidencias y proyectos con otros pueblos que saben más que nosotros o con otras sociedades que necesitan conocernos en nuestros esfuerzos. Juramentar cumplir las leyes no es pretexto para violarlas o abusar a criterio de estas. Hablar de los pobres es una enorme, enorme responsabilidad porque son consecuencia de pésimas políticas públicas que en complicidad han generado los gobernantes y políticos, incluso los que desde la oposición han trepado engañando para derrotar al contrincante. Decir tonterías como Samuel García de que “me consta, que es real, que en México en el norte trabajamos, en el centro administran y en el sur y en el sur descansan”. ¿Y pregunto una vez más, este es el tipo de sujetos que nos merecemos? Y Sheinbaum y Ebrard con discurso de perdonavidas hablando de humanidad cuando los sombra la muerte de personas en su administración. O aquellos miserables legisladores que olvidan la tragedia de Acapulco sólo para seguir siendo sirvientes en una nómina. Personajes que no se atreven a visitar a las víctimas de tragedias para no dañar su investidura, pero se atreven a a acudir a territorio donde operan los más sanguinarios matones refugiados en cárteles. Esos políticos que claudican a sus deberes y les gana la egolatría y una personalidad equivocada. No buscan respeto a la discrepancia y menos a la legitimidad institucional. Hombres de bien como el galés Anthony Hopkins con categoría y sabias razones dijo: “sé que me queda menos por vivir de la ya vivido. Me siento como un niño al que le han regalado una caja de bombones. Empiezo a comerlos con un sabor especial. No tengo tiempo para interminables conferencias, sobre leyes públicas. No deseo discutir con tontos que no actúan de acuerdo a sus pensamientos, a su edad. No hay tiempo para pelear. Ni asisto a reuniones donde se inflan los egos y no soporto a los manipuladores. Me molestan las personas envidiosas que intentan calumniar a quienes son más capaces de arrebatarles sus puestos no por talento y por logros. Tengo muy poco tiempo para discutir títulos, mi alma tiene prisa. Quedan muy pocos dulces en la caja, estoy interesado en la gente humana, en las personas que se ríen de sus errores que son las que tienen éxito, las que entienden su vocación y su responsabilidad, los que defienden la dignidad humana, la verdad y la justicia. Para eso está la vida. Quiero rodearme de personas que sepan tolerar los golpes del destino y saben levantarse. Tengo prisas y prisa por vivir con lo que me da la madurez”. Así pues, reitero: ¿a quién le interesa romper a mi país? Triste pues quedar como el promotor de quiebras y retrocesos.
Carlos Ramos Padilla
*Conductor del programa VaEnSerio mexiquense tv canal 34.2, izzi 135 y mexiquense radio.