Y vuelve la endeble polémica sobre la corridas de toros, unos radicalmente a favor, los otros en contra
Una división social más e innecesaria. Hay espectáculos calificados como deportes que están diseñados para herir al prójimo, y no hablo de animales. El box es uno de estos o esas lastimosas imágenes del llamado Ultimate Fighting Championship (UFC), no así el karate, kickboxing, boxeo, muay thai, judo, lucha libre, lucha grecorromana, jiu jitsu, jiu jitsu brasileño, wushu, san da, sambo y taekwondo consideradas artes marciales y de defensa en cuya disciplina es no lastimar al oponente.
Para defender posiciones, incluso políticas, se recargan en derechos humanos y animales y no ahí nos ponemos de acuerdo. Para prohibir las corridas de toros tendrían también que eliminar a la cacería, peleas de gallos y peleas de perros, entre otro.
Y queda la gran pregunta: los toros deben morir a diversión del humano o ser sacrificados en un rastro como sabemos el salvajismo que ahí practican. La gran mayoría de quienes se oponen a la Fiesta Brava consumen carne sin siquiera asomarse al tránsito del animal hacia la muerte.
Veamos, en el norte del país en estos momentos 25 mil cabezas de ganado se han pedido por falta de agua y eso no solamente en cruel sino una gravísimas falta del gobierno. Las carreras de caballos o de galgos son actividades en donde también se explota a los animales, y al igual que a los toros, se les permite una condición excepcional de vida, en cuidados veterinarios, en alimentación, en terrenos adecuados.
Ahora se sabe que la jueza Quinto de Distrito en Materia Administrativa, Sandra de Jesús Zúñiga, negó la suspensión definitiva a la asociación civil “Todas y Todos por Amor a los Toros” contra las corridas de toros en la Plaza Mexico de la CDMX.
Por lo que, el espectáculo taurino se mantendrá en el inmueble de la alcaldía Benito Juárez. Vienen entonces las consignas “ninguna tortura debe servir para diversión de los demás”. Pero suena extaña esta idea cuando vivimos en una nación en donde se destaca y mutila a seres humanos por el crimen organizado y seguimos votando y patrocinando a gobiernos que protegen los derechos humanos de los sicarios.
Es decir, hay prioridades que no tenemos en cuenta. Somos capaces de agredir a quienes ingresan a la Plaza de toros pero acudimos a los conciertos masivos que nos regalan las autoridades que negocian con matones. Llegamos al extremo de impedir que se le corten las orejitas o rabo a los perros pero nos abofeteamos en la vía pública por un incidente vial.
En pocas palabras, no tenemos educación ni cultura para exigir una cosa e impedir otra. Miré un ejemplo, el legislador Jorge Gaviño uno de los impulsores de la defensa de los animales fue brutalmente agredido por otro colega, Jesús Sesma, representante de un partido, el Verde, que no corresponde a su misión y se ha convertido en palero del gobierno cobijando el ecocidio del Tren Maya en el sureste.
Esa actitud es criminal y descalifica totalmente a un grupo político ausente intencionalmente en la defensa de nuestra biosfera más importante. Pero las diferencias políticas las resuelven a patadas y golpes. Volviendo a los toros de lidia estos son especímenes macho de una heterogénea población bovina desarrollada, seleccionada y criada para su empleo en diferentes espectáculos taurinos.
Son las razas autóctonas de la peninsula Ibérica. Se caracteriza por unos instintos atávicos de defensa y temperamentales, que se sintetizan en la llamada «bravura», así como atributos físicos tales como unos cuernos grandes hacia delante y un potente aparato locomotor. De eso depende su existencia.
Sin embargo la pasión llevada al fanatismo vuelve caracterizar al hombre como primitivo en sus valores, los mismos que demandas derechos son los mismos que aplican censura o prohibiciones. El tono de la polémica es: sí o no. Mientras van más de 178 mil asesinados en país y que conste que es entre seres con atribuciones de raciocinio.