No es la primera ocasión que la ciudadanía sale a tomar las calles con diferentes demandas, pero si están coincidiendo
en mostrar su antagonismo con López Obrador.
Aquella marcha blanca, cuando amlo burlonamente la calificó de “pirruris” siendo él Jefe de Gobierno de la CDMX no despertó a la mayoría para entender la baja política que habría de aplicar en la presidencia.
Su chascarrillo de “lo que diga mi dedito” mostraba desde entonces que no aplicaría la ley sino sus imposiciones. Aún con eso millones de dieron el voto sin entender tampoco su simulación de “presidente legítimo” con una banda presidencial chafa como sus arengas.
Desde que llegó a Palacio Nacional la mentira ha sido su constante, los ataques su diversión y la ruptura social su estrategia. La concentración de este domingo no significa necesariamente el triunfo el día de junio. La decisión se verá en dos vertientes, el volumen de participación y la elección del aspirante. Cierto que el ejercicio cívico cuenta y dice mucho.
Recordemos que un solo individuo fue capaz de detener a los tanques del ejército chino en la plaza de Tiananmen. Pero aquí puede más la compra del voto, arrebatar la dignidad a los pobres y usarlos como estrategia política (así lo señaló amlo). Los vulnerables, los marginados, los de recursos económicos cortos no han comprendido que votando por populistas no les generará ningún beneficio.
Sus familias han sido dañadas por la corrupción, por la marginación, por los engaños y abusos. Recibir apoyos sociales es un mandato constitucional no una limosna de amlo y mucho leños una regalo del presidente. Es el mismo dinero que se toma de nuestros impuestos para hacer negocio político.
Es una vergüenza que ofrezcan a la gente 500 pesos para mantener la dureza y fuerza del crimen organizado, que nos gobiernen personajes tachados por corruptos por el mismo amlo años antes como a Bartlett, a Del Mazo, a Ebrard, a Romo, a Scherer, a Delgado, a Gaviño, a Murat, a Fayad, a Ordaz, a Monreal, a Velasco, y otros tantos incrustados en el sistema anterior pero hoy bendecido por la impunidad y la avaricia.
A eso se le llama traición y no solamente a las posturas políticas, sino a los votantes, a los ciudadanos, a los mexicanos. La vendimia política los identifica como son, pero compran la necesidad de millones por centavos que les arrojan y que los necesitan. La Marcha o marea rosa busca cambiar las cosas pero lo hará cuando la determinación sea legal y en las urnas. El poder finalmente ni se gana ni se ejerce por el número de asistentes al Zócalo o por las falsas lecturas de las encuestas. La respetabilidad de la nación está en la participación de sus pobladores y en la exigencia que se determine ante negligencias, abusos u omisiones. También los estadios se llenan y eso no significa que gane el equipo más popular aunque durante la jornada estuviese en primer lugar de la tabla. Ma marea rosa es una marcha más pero debe consolidarse en filas para emitir el voto y convencer al de junto que el país está en riesgo.