En las recientes elecciones quedaron demostradas dos cosas muy importantes: el rechazo a la oposición y
el fracaso de la alianza partidista.
No convencieron no vencieron. Pero parece que no entienden. Luego del 2 de junio la oposición, después de haber sido arrollada, desapareció. Xóchitl se conformó con regresar al Senado; Taboada en autismo, y los líderes partidistas (Cortes, Moreno y Zambrano) terminaron como bravuconadas y su actitud triunfalista y combativa.
No supieron ni cómo ni por dónde. No fueron capaces, esos partidos, ni siquiera de determinar un candidato a la presidencia, navegaron en populismos y encuestas y más tarde, a su abanderada la dejaron para preocuparse más en el Congreso.
El PRD, partido traicionado por AMLO, ya se perdió con todo y el peso de sus líderes como Cuauhtémoc Cárdenas. No entendieron ni su misión ni su momento. De representantes de la izquierda pasaron a ser el pasillo donde desfilaron expriistas para luego rendirle cuentas a amlo como morenistas.
El PAN se autoconvence que es la fuerza opositora más importante y su presidente se da el doble lujo de reclamar a la candidata presidencial por su derrota, al mismo tiempo que se impone para llegar a la legislatura.
Y en el PRI, que está siguiendo los pasos acelerados a lo visto en el PRD, deciden reelegir a Alejandro Moreno en la presidencia, cargo que podría ocupar hasta el 2032, reconociendo que el quebranto del tricolor tiene primera respuesta en “Alito”. Es decir, ya firmaron su contrato para sus servicios funerarios.
La mitad de la población votante expresa que jamás votarían por el PRI y aún así juegan a su disfrazada democracia interna, recibiendo el rechazo de figuras como Manlio Fabio Beltrones, Beatriz Paredes o Dulce María Sauri.
Los delegados a grito pelado de “Alito, Alito” y a mano alzada olvidan que son un partido político con financiamiento público. Ni se trata de fiestas privadas para hacer bailar a la quinceañera. Y pregunto: ¿qué es lo que no se entiende? Las pedradas electorales recibidas fueron contundentes.
Por lo pronto Cortes y Moreno, por vergüenza, la dignidad no les alcanza, deberían renunciar a sus posiciones y disculparse ante sus militantes y principalmente frente a la opinión pública por el ridículo que hicieron.
No es tiempo de sacar gráficas y tratar de entender qué pasó, o lo peor, sentirse satisfechos por las migajas que obtuvieron. La descalificación fue para ellos muy desagradable como para festinar a puerta cerrada sus cónclaves de reelección.
Se mueven bajo un pragmatismo insultante ya sin ideología ni principios y sus estatutos los manipulan al antojo de la coyuntura no de la responsabilidad. Lo lamentable es que es el país el que pierde, el que se ve herido. Por ello, entre otras cosas, la política y los políticos están en fase de oposición extinción y están provocando que la rebelión civil ahora si les cobren facturas y en serio.