Sin lugar a dudas el transporte público en la Ciudad de México es un problema mayor que necesita urgente solución. Si bien es cierto que el gobierno encabezado por Marcelo Ebrard Casaubón y continuado por Miguel Ángel Mancera Espinoza han hecho mucho con el transporte confinado, también lo es que se ha significado como un excelente negocio de ambos ya que mantienen intereses en la mayor parte de los desarrollos que en la materia se realizan en la Capital de la República. Que bueno que se haya instaurado el Metrobus en varias partes de la mega urbe, aunque existan intereses bastarnos en el proyecto, porque si los funcionarios hicieran siempre cosas efectivas y de calidad, aunque se lleven su mochada, no creo que los ciudadanos reclamen. El problema es que la arraigada corrupción existente en el sistema político mexicano nos tiene y mantiene, a todos los mexicanos, al borde del estallido social.
La falta de modernidad es algo que debiera comenzar a preocupar a quienes nos gobiernan, porque la ciudad se nos esta haciendo vieja y los problemas se nos siguen acumulando, lo que puede en el corto plazo colapsar y generar un problema ya no solamente de funcionalidad, sino de repercusiones mayores. Todas las luces de alerta que se presentan a cada rato son minimizadas por nuestros gobernantes, pero siempre está latente el peligro, y ante una implosion de índole material y social, nosotros mismos tendríamos que afectar las consecuencias. Otro de nuestros problemas es que nuestros políticos y gobernantes piensan en el corto plazo a la hora de tomar decisiones. Y aunque en algunas ocasiones sea necesario hacerlo, no siempre es aconsejable, sobre todo cuando las decisiones atañen a los millones de hombres y mujer que aquí hacemos nuestra vida.
Rufino León es el responsable de la rimbombante Secretaría de Movilidad. No se a quien se le haya ocurrido el nombre, pero me parece que quien tomó la decisión de imponerlo no sabe ni entiende las dinámicas de una ciudad como la nuestra. El problema no es tan solo de movilidad, sino de articulación de muchos servicios para generar un proyecto de ciudad más acode a las necesidades de quienes aquí vivimos, trabajamos y nos desarrollamos. Pareciera que en la toma de decisiones no se han considerado este tipo de elementos y seguimos padeciendo los vicios que se fueron creando con el tiempo.
Uber y Cabify rebasaron al obsoleto servicio de taxis que tenemos en la Ciudad de México. Fue tanto su éxito y penetración en el mercado del transporte que provocaron una airada acción de las organizaciones de concesionarios, esas reminiscencias que todavía quedan del pulpo transportista que siempre ha movido a los citadinos. De inmediato solicitaron su proscripción, pero se encontraron con una oposición ciudadana porque son mas baratos y seguros que aquellos que tienen unidades pésimas, asientos en mal estado, y con medidores de distancias alterados, porque la Secretaria de Movilidad no cuenta con mecanismos para verificar el estado del taxímetro. Son transportistas del siglo pasado peleados con la modernidad y defienden sus cotos porque solamente les importan sus intereses y no los de los usuarios. Ojalá entendieran que un buen negocio requiere la satisfacción del cliente, y Uber y Cabify la generan. Ojalá pensaran en el cliente y no en mantenernos como rehenes. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.