Hay quienes dicen que México cambio y lo hizo para bien, pero hay quienes piensan todo lo contrario y añoran los años en que el orden estaba por encima de las libertades. Y no es que privilegiar las libertades sea malo, simplemente es que hay quienes en los excesos de la libertad caen en el libertinaje y
cometen actos contrarios a la ley y al orden público poniendo en riesgo la convivencia armónica de todos los mexicanos. Los avances democráticos tiene costos muy altos, y pareciera que por ahora nos corresponde asumirlos. Últimamente en México se están cometiendo muchos crímenes en nombre de la democracia, y eso puede terminar muy mal.
Si bien es cierto que cualquier ciudadano tiene el derecho de protestar por lo que le venga en gana o manifestar su inconformidad con lo que hacen los tres ordenes de gobierno, también lo es que ese derecho debe y tiene que terminar donde comienza el derecho de los demás. Pero eso es algo que los falsos demócratas no entienden porque no les conviene. De lo que se trata es de que quienes no tenemos motivos para protestar entendamos que ese derecho que ellos tienen de hacer lo que les venga en gana en aras de su protesta, de hacer plantones, bloqueos, tomas de instalaciones, pintar mobiliario urbano, quemar puertas, romper vidrios, paralizar ciudades y carreteras, y hasta de destruir lo que a ellos no les ha costado construir, esta por encima de todos nosotros.
Pero también debo señalar que aparte de ellos, quienes tienen mucha culpa de esa lamentable conducta son aquellos que en el pasado protestaban porque eran opositores, y cuando llegaron al poder confundieron la democracia con la ingobernabilidad, y la protesta de las minorías adquirió tanta legitimidad que ahora por desgracia está por encima del legítimo dicho que antaño tenían las mayorías. Por ser la Capital de la Republica la Ciudad de México es el centro de todas las protestas y manifestaciones, y el derecho de más de nueve millones personas que aquí habitamos está supeditado a los dictados de una minoría que ha hecho de la protesta una floreciente industria.
Lo que no han entendido esos demócratas de ocasión y conveniencia, o gobernantes de oficina como les llaman algunos, es el inmenso daño que le han hecho al país. Solamente en México puede ocurrir que en nombre de la oposición a una reforma educativa se cometan infinidad de delitos sin que hasta ahora exista alguien que sea juzgado por ello. ¿Acaso no es delito de lesa humanidad el inhumano acto de causar sufrimiento, desplazamiento, hambruna y migración, a causa del ataque sistemático que la CNTE realiza en Oaxaca para cortar el suministro de alimentos en varias de sus regiones? ¿Esa es acaso una protesta democrática? Esa no es otra cosa que el más vil acto que pueda realizar un ser humano para hacer sufrir a su semejante en aras de un derecho mal entendido. ¿Hasta cuando la ley? Al tiempo.
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