Gobernar un país, un estado o un municipio no debe ser cosa fácil, y menos cuando las circunstancias son adversas por incapacidad, desconocimiento, inexperiencia, impericia, ineptitud, incompetencia, torpeza, impericia, insuficiencia, pequeñez y hasta ignorancia. Ejercer el gobierno significa gobernar, que no es otra cosa que el
ejercicio de la dirección, la administración y el control de un Estado, ciudad o colectividad. De acuerdo a la teoría, se define como gobierno al organismo que, según reconoce la norma constitucional, asume las responsabilidades del poder ejecutivo y concentra el poder político para conducir a una sociedad.
Con los avances de la democracia, y buscando evitar la concentración del poder, la función de gobierno ha sido segmentada en “"tres poderes”: Ejecutivo, que actúa como ente coordinador; Legislativo, encargado de generar leyes y normas que garantizan la convivencia armónica de los ciudadanos; y Judicial, cuya tarea es velar por el cumplimiento de dichas leyes y normas. Esa es la forma óptima en que debieran funcionar las instancias gubernativas para garantizar esa gobernabilidad que definimos como la capacidad de un gobierno para responder a los requerimientos de su sociedad, mediante una gobernanza firme y decidida, que se significa como el rumbo por el que transitan todos sus componentes, en la misma dirección, con la misma intensidad, y similar responsabilidad.
Bueno, ese debiera ser el escenario óptimo, pero parece que en México las cosas andan bastante mal en cuanto a la responsabilidad de nuestros conspicuos funcionarios que un día disponen de las rentas públicas para engrosar su peculio, y otro también. Para decirlo de otra forma, los gobernadores hacen lo que les viene en gana porque no tienen quien los controle. El último Mandatario que ejerció un control cuasi férreo fue Carlos Salinas de Gortari, que por cierto alcanzó récord en cuanto a Gobernadores que fueron obligados a licencia, con catorce. Y no es que tenga añoranza por la forma en que gobernaba quien ha sido estigmatizado como si fuera un demonio, y que al cabo de los años ha mantenido una respetuosa distancia de quienes ejercen el poder. El problema es que desde el gobierno de Ernesto Zedillo los gobernadores hacen lo que quieren sin que nadie les ponga freno.
Un ejemplo son los grupos del crimen organizado que construyeron Roberto Borge, Javier Duarte de Ochoa, César Duarte y Guillermo Padres Elias, con la finalidad de poner a su servicio las arcas públicas y saquearlas. Ahora se suma a la lista Rafael Moreno Valle, quien ha colocado anuncios con su linda cara en casi todos los estados, en una anticipada y cínica campaña para alcanzar la candidatura presidencial de su partido. El principal problema es que pareciera que al Primer Mandatario no le importa lo que hacen los gobernadores, pero si él no los mete en cintura, los gobiernos seguirán siendo la caja chica de esta bola de cínicos desvergonzados. Más le valdría pensar en el papel que le deparará la historia cuando termine su encargo. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.