Hace tiempo que el gobierno encabezado por Enrique Peña Nieto no tiene buenas noticias. Y no es que el pesimismo se haya apoderado de los mexicanos o que la mala suerte ande muy activa entre quienes acompañan en su gestión al Presidente de la Republica, simplemente es que pareciera que a sus principales asesores y
consultores parece habérseles agotado la magia con la que muchos años lo mantuvieron en los primeros planos de popularidad.
Aquellos tiempos en que las revistas especializadas en temas políticos reconocían sus aciertos, quedaron muy atrás y al paso que llevamos no se volverán a ocupar del Primer Mandatario. El descrédito es real, y lo malo de todo es que ya existen signos de ineficiencia en muchas dependencias y que al hacerse públicas la consecuencia podría ser desastrosa para el señor Peña y su gabinete. Y lo peor es que todo el descrédito se está concentrando solamente en la investidura presidencial.
La parodia realizada por Donald Trump en un canal de televisión norteamericano dos días después de su visita a México, y en la que un hombre que representa el papel del Presidente de la Republica le entrega un cheque por el importe del muro que tanto alardea construirá para evitar la inmigración ilegal, se convirtió en el colofón del costoso yerro que significó la visita del señor Trump. Para colmo de males la candidata demócrata Hillary Clinton anuncia que no va a visitar México porque se enfocará completamente al desarrollo de su campaña, con lo que veda al señor Peña Nieto la posibilidad de una reivindicación y reconciliación con amplios sectores de la sociedad Mexicana.
Desconozco si las decisiones se estén tomando de forma voluntariosa o responden a una estrategia de operación y comunicación de la Oficina del Ejecutivo, pero hay personas y personajes que no tienen mucho que aportar y ofrecer a lo que queda del sexenio. Hasta ahora el señor Peña ha sido reacio a reconocer traiciones, ineficiencia y yerros de quienes le acompañan en su gestión, pero tampoco ha puesto orden entre los gobernadores de su partido que han dispuesto de las arcas públicas como si fueran de su propiedad.
A Enrique Peña Nieto no lo desacredita el candidato Republicano Donald Trump y mucho menos los adversarios domésticos, sino los yerros de la estrategia de reposicionamiento que pareciera estar siendo operada por sus más acérrimos enemigos. Lo bueno es que todavía le restan dos años antes de entrar en la fase del declive, tiempo suficiente para intentar una recomposición y reorientacion del proyecto, lo malo es que mientras no se decida a cambiar lo que hasta ahora no sirve, el panorama puede ponerse peor.
El problema de la CNTE es que ha provocado un brutal desgaste en la administración de Enrique Peña Nieto, pero más graves han sido los yerros de sus principales colaboradores. De persistir en la permisibilidad que ha otorgado a los gobernadores corruptos, y de seguir aceptando la ineficiencia de sus amigos, lo que resta del sexenio será un auténtico infierno. El sistema tiene reglas no escritas que siempre han funcionado, y una de ellas es que aquel que rebasa los límites por su voracidad debe ser borrado. Se puede perdonar todo, hasta la ineficiencia, pero lo que menos se puede perdonar es la traición. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.