La izquierda mexicana ha mantenido la particularidad de que al paso del tiempo, y a pesar de sus éxitos electorales, tiende a fragmentarse cada día sin encontrar un motivo de aglutinamiento que no sean sus liderazgos paternalistas.
Así inició su periplo como fuerza política organizada durante su gestación después del desprendimiento de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y Porfirio Muñoz Ledo del PRI, quienes emprendieron el camino de cohesionar a los distintos grupos desorganizados que pululaban por todo el país.
El Partido de la Revolución Democrática (PRD) surge de la crisis del partido de Estado y se consolida como la principal fuerza opositora al régimen surgido de la Revolución Mexicana, frente a un panismo que venía funcionando como comparsa gubernamental sin representar amenaza alguna. La caída del sistema evidenció la maniobra del Estado para mantener el poder, pero también cohesionó una nueva expresión política que finalmente originaría la entrega del poder a la derecha.
El proceso de institucionalización de los grupos que operaban en el clandestinaje fortaleció nuestra democracia y propició la alternancia y el debilitamiento del partido de Estado. También hay que reconocer que la nueva expresión política también adoptó al caudillaje como su principal forma de cohesión social e hizo de la capital de la República un santuario que todavía conserva, aunque ahora corre el riesgo de perderlo a causa del debilitamiento provocado por su otrora caudillo.
Andrés Manuel López Obrador decidió abandonar al perredismo una vez que perdió la elección presidencial del 2012 y, a partir de los grupos que favoreció con sus programas sociales, comenzó la construcción de un nuevo proyecto denominado Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), cuyo término significa la capacidad de reutilizamiento dejando de lado una conducta dañina.
Eso propició que lo que ha quedado del otrora poderoso PRD haya perdido el rumbo porque no cuenta con un caudillo que los pueda aglutinar, y que les otorgue el impulso social necesario para mantener esas posiciones territoriales que cada día disminuyen a causa de la fortaleza del impulso y el crecimiento de Morena.
Sin lugar a dudas el PRD seguirá languideciendo hasta en tanto exista alguien con los tamaños suficientes para detener la caída y reorganizarlos. Esa posibilidad la representaba Miguel Ángel Mancera, pero se ha desinflado por su carácter taimado y porque no logró desprenderse de los grupos que obedecen ciegamente al tabasqueño y se ha quedado en el camino. Sin un caudillo que lo encabece el PRD está destinado a la desaparición. Al tiempo.