El problema de inseguridad que campea por todas las regiones de México es el resultado de la ineficiencia, ineficacia e indolencia de muchos de los gobernantes.
Desde la llegada de Héctor Astudillo al gobierno del estado de Guerrero, pudo darse cuenta
de lo que decían las voces críticas en torno a la administración de Ángel Aguirre Rivero. Sin lugar a dudas la ineficiencia se tradujo en la más perniciosa actitud contemplativa de un gobernante del estado de Guerrero.
Para Aguirre eran más importantes sus ligas afectivas y familiares que velar por la seguridad y el progreso de sus gobernados. Pero esta manera de concebir su papel fue producto también de la complacencia del inquilino de Los Pinos, a quien poco importó el pasado tormentoso del hombre que terminaría de construir la tragedia de Iguala donde 43 normalistas pasaron por el lugar equivocado en el momento menos propicio.
Lo peor que le ocurrió a este país con la carencia de principios del defenestrado gobernante fue la desaparición de 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, quienes a pesar del esfuerzo de los tres órdenes de gobierno nunca hemos logrado tener la certeza de su destino final. Ángel Aguirre Rivero es el principal culpable de la tragedia de Iguala por la complacencia que tuvo con la pareja que ejercía el gobierno, porque estaba enterado de sus ligas con el cártel de los Beltrán Leyva.
Exigir a Héctor Astudillo que termine con la espiral de violencia y desgobierno de la que no es responsable, es un camino fácil para los opositores y quienes piensan que las cosas pueden hacerse con la emisión de un simple decreto. Guerrero presenta un problema estructural en cuanto a lo político, lo cultural, lo social y lo policial. El relajamiento de la ley durante el mandato de Aguirre fue brutal.
Las diversas agrupaciones de policías comunitarios surgieron durante su mandato. Nunca las combatió cuando delinquieron y tampoco las regularizó, simplemente mantuvo una actitud contemplativa y permisiva.
Guerrero tiene muchos problemas, y el principal de ellos es esa pobreza que llegó para quedarse después de que los principales cultivos dejaron de ser atractivos comercialmente, como es el caso de la copra, cuyos ingredientes fueron suplidos por los derivados del petróleo. Ni que decir del ajonjolí, que casi desaparece, y en muchas ocasiones es suplido por la siembra de amapola.
Recomponer el tejido social no será tarea fácil, pero combatir a la delincuencia organizada que se volvió una con las policías municipales y las expresiones comunitarias, requerirá muchos años de negociaciones y determinaciones. Qué bueno que Héctor Astudillo ha comenzado lo que otros se negaron a realizar. Ojalá le vaya todo lo bien que merecen los guerrerenses. El Guerrero Bronco tiene que desaparecer para darle paso al progreso. Esperemos que la determinación tomada en Zihuatanejo de desaparecer a toda la Policía sea el comienzo. Al tiempo.