Hay quienes se convierten en personajes porque tienen algo que los distingue. Claro está que para alcanzar esa cualidad se requieren muchas cosas, y entre ellas la más importante es la notoriedad, esa circunstancia que pocos tienen para llamar la atención de los demás.
Pero también valga señalar que en la mayor parte de las ocasiones la notoriedad la adquieren aquellos que detentan cuotas de poder, ya sea legal, social, económico o delincuencial.
El problema es que en la mayor parte de las ocasiones la notoriedad se presenta cuando existe connivencia con el poder, legal o extralegal, y quizá hasta metaconstitucional. Pero también hay que decir que curiosamente el poder, la mayor parte de las veces, encuentra su origen en esa particularidad intrínseca que llevamos a flor de piel todos los seres humanos: ambición. Pero hay que señalar que el ejercicio político permite a muchos capitalizar esa particularidad hasta llenar sus más recónditas ansias de poder y riqueza.
Me permitiré mencionar un caso muy especial que muestra y demuestra la egolatría del poder y las ambiciones por seguir acumulando riqueza. Guillermo Anaya es amigo de Felipe Calderón Hinojosa, y cuando éste se encontró con la candidatura a la Presidencia de la República, le permitió formar parte del círculo más cercano, entre 2006 y 2012, y desde luego que eso tiene muchos beneficios al amparo del poder, principalmente económicos.
El señor Anaya fue senador de la República, pero lo que más le redituó utilidades fue la permisibilidad del Presidente de la República para mantener una “cordial” relación con los dueños de los casinos en el norte del país, entre los que se encontraban hombres con enormes capitales de dudosa procedencia. Para decirlo más claro, Guillermo Anaya, el “Compadre Presidencial”, fue el encargado de cobrar las comisiones a los negocios que operaban al margen de la ley.
Eso quiere decir que el señor Anaya estuvo más cerca del crimen organizado que ningún otro funcionario calderonista, ese amorfo y a veces invisible ente que no paga impuestos pero que deja enormes ganancias económicas o utilidades al margen de la ley. ““El Compadre Presidencial” pasó a engrosar las filas de los nuevos ricos. Claro está que la riqueza mal habida es difícil de ocultar, y ahora es cuestionado severamente por esa circunstancia, y lo único que lo puede salvar de la cárcel es el poder.
La elección para gobernador del pasado domingo muestra un empate técnico, y los conteos iniciales daban la ventaja a Miguel Ángel Riquelme, lo que, desde luego, descompuso al señor Anaya.
Claro está que financiarle la campaña al señor Guadiana Tijerina con la condición de atacar ferozmente al señor Riquelme forma parte de quienes poco entienden de democracia y mucho de experiencia criminal. Guillermo Anaya sigue siendo el mismo delincuente que controlaba al crimen en el norte del país por mandato de Felipe Calderón. ¿Seguirá mandando el crimen organizado en Coahuila? Al tiempo.