Sin lugar a dudas, México se ha convertido en una exitosa fábrica de capos, como se conoce y reconoce a los líderes de las distintas bandas del crimen organizado.
Y no es que nos guste la idea de llevarnos el campeonato mundial en la materia, o
recibir la constancia de ser el país con el mayor número de ellos en las cárceles, o en la clandestinidad. Pero habrá que decir que no es fácil ser considerado un capo, porque se requieren atributos especiales y condiciones únicas, pero sobre todo, vocación.
Michoacán se ha distinguido por ser el más exitoso en esta función, y cada vez que las fuerzas especiales o estatales consiguen la aprehensión de alguno de ellos, de inmediato surgen los sucesores, con lo que podemos inferir que nunca se rompe la cadena de producción y así, el negocio está destinado a seguir manteniéndose como un éxito rotundo. Michoacán no se parece a ninguna otra entidad, porque si de algo puede vanagloriarse, es de ser la mejor fábrica del país.
La capacidad de producción de capos en Michoacán ha sido altamente rentable, y es de esperarse que se mantenga con los mismos estándares por mucho tiempo ante la incapacidad de los gobiernos por minar o disminuir esa circunstancia que bastante tiempo y dinero le costó al señor Alfredo Castillo, ahora escondido entre atletas a los que seguramente también convertirá ahora en capos del deporte, lo que habla de esa capacidad que lo sigue manteniendo en los primeros planos de popularidad del actual sexenio.
Ignacio Andrade Rentería, a quien apodan “El Cenizo”, era hasta ayer líder de Los Caballeros Templarios, y fue detenido en Parácuaro, según informó el gobernador Silvano Aureoles, que entre otras cosas agradece siempre la disposición del señor Castillo por formar y enriquecer la amplia gama de delincuentes que se ha venido generando en el estado, y que suplen de forma inmediata a quienes son aprehendidos y encarcelados.
Sin lugar a dudas, ese mecanismo ideado por Alfredo Castillo puede ser replicado en otros lugares, pero el presidente Enrique Peña Nieto ha decidido dejarlo descansar un tiempo antes que colocarlo en tan importante tarea de llenar las cárceles de capos y delincuentes comunes. La mejor prueba de su talento la dio en las pasadas olimpiadas, donde supo situar a México entre los últimos lugares de la justa deportiva. Ahora a comenzar de cero para dentro de tres años.
Regresando al terruño de los capos, Michoacán, don Silvano Aureoles lleva ya una amplia lista de ellos abatidos y encarcelados, pero le falta ese sabor que a la tarea le imprimía el señor Castillo, porque sabía cómo mantener en vilo a las regiones de todo el territorio. Michoacán sigue siendo prolífico en el surgimiento de capos y eso no le gusta a don Silvano Aureoles. Cuando se aprehende o se abate a uno, de inmediato llegan los que ocuparán su lugar. Así de aceitada está la maquinaria de la producción que dejó don Alfredo Castillo. Al tiempo.