Muchos esbozos se han dado en los últimos tiempos acerca de la posibilidad de lograr un estado de transición en este México tan nuestro y tan lejano de la democracia. Y es que democracia no quiere decir simplemente que cada vez que a nuestros políticos se les ocurra hacer modificaciones a las leyes electorales, los ciudadanos nos tengamos que someter por completo a sus disposiciones, aunque en la mayor parte de las veces los beneficios solamente están diseñados para los grupos de privilegio y nunca para la inmensa mayoría que seguimos aspirando a mejores condiciones de vida.
Cada fracción parlamentaria se preocupa y ocupa en las cámaras de diputados y senadores, de dar a conocer sus propuestas parlamentarias, pero curiosamente, aunque nos las venden como necesarias, la realidad indica que son diseñadas para convertirse en héroes y permanecer en el escenario por varios años con todo y su ineficiencia. Así entienden ellos la carrera parlamentaria, claro está, para permanecer mucho tiempo gozando de los privilegios del poder y el dinero público. A eso se le llama desvergüenza en el argot popular.
Ni qué decir de los gobernantes y sus funcionarios que ahora vemos en todas las latitudes y en cada uno de los niveles de mando municipal, estatal y federal, disponer de las rentas públicas con permisiva discrecionalidad. Y eso les permite gastar nuestro dinero en todas las ocurrencias que tienen con la finalidad de hacerse de un buen peculio para los tiempos difíciles. Por desgracia y debido a esa circunstancia que estamos viviendo, me parece que pocas veces hemos observado tanto cinismo como el que estamos viviendo en estos álgidos tiempos en los que la descomposición del sistema político mexicano ha llegado a límites insospechados.
Hace mucho que este país está buscando una transición democrática, pero hay que señalar que eso no entra en los planes de muchos de esos hombres y mujeres que han amasado considerables fortunas, porque perderían esas prebendas que les otorga el sistema actual. Por ello los ciudadanos seguimos empujando con mayor vigor para terminar con esa dañina casta de privilegiados que lo único que saben hacer bien es disponer de las rentas públicas en su propio beneficio, o en lo que les venga en gana.
Hay quienes llevan tiempo luchando en contrasentido y creo que ha llegado la hora de voltear a verlos. Por lo pronto ayer se reunieron Manlio Fabio Beltrones Rivera, Gustavo Madero y Miguel Ángel Mancera, y lo deseable es que lo sigan haciendo con la participación de hombres y mujeres como Amparo Casar, Jorge Castañeda, Ifigenia Martínez, Lorenzo Meyer, Soledad Loaeza, José Carreño Carlón, Cuauhtémoc Cárdenas, Diego Fernández de Cevallos, Porfirio Muñoz Ledo, Héctor Aguilar Camín, Armando Ríos Piter, y quienes más estén dispuestos a transformar de fondo este sistema político caduco y antidemocrático. ¡México tiene que cambiar ya! Al tiempo