Cada día surgen más evidencias del camino que se han trazado los principales elementos que conforman el equipo pensante de Andrés Manuel López Obrador, y
quienes sin el menor pudor aleccionan desde ahora a las masas para apoyar las decisiones del régimen populista que piensan impulsar en el país una vez que el tabasqueño gane la Presidencia de la República. Y no es que el país requiera con urgencia la implantación de un régimen similar a los que en el Cono Sur del continente han mostrado y demostrado que no son más efectivos que el que hasta ahora detentamos.
Efectivamente, los regímenes revolucionarios de este país han tenido mucho de populistas, y aún cuando en ocasiones se configuraron como hegemónicos por la carencia de una oposición con ideas y programas sólidos para insertarse en el ánimo de los electores, la única vez que tuvimos alternancia fue más por hastío que por merecimientos de esos políticos oposicionistas que llegaron a detentar el poder durante dos sexenios. El desencanto se convirtió en desazón, y en doce años teníamos a los tricolores de nueva cuenta en Palacio Nacional.
Mucho se ha especulado acerca de la simpatía y coincidencias ideológicas del señor López Obrador por los regímenes totalitarios del Cono Sur del continente, y en lo personal me parece que esta vez sus principales panegiristas han encontrado la llave para acceder a esas amorfas masas mexicanas hastiadas de los fracasos gubernamentales y ávidas de una esperanza que al menos les otorgue satisfactores mínimos a la hora de voltear a ver las condiciones de sus hogares. La realidad sigue siendo lacerante, pero esa circunstancia se ha convertido en el principal motivo del éxito populista de Andrés Manuel López Obrador.
Y una muestra de que los pueblos pueden llegar a equivocarse a causa de la frustración colectiva convertida en odio, ahora fue Ignacio Taibo quien dio la muestra de cómo se realizarán las reformas y el apoyo popular que se piensa construir para evitar que éstas sean detenidas por la oligarquía y los presuntos enemigos del nuevo régimen que iniciará en cuanto López Obrador sea declarado triunfador. Sacar a la gente a las calles a defender logros ha sido la tónica de los gobernantes del Cono Sur, pero también han salido voluntariamente a protestar por la carencia de alimentos y satisfactores mínimos.
Para decirlo más claro, no habrá posibilidades de maniobra para nadie de los opositores, porque la gente estará en la calle para evitar que se cometa “nuevamente” un fraude electoral. Esas son las previsiones que vienen construyendo quienes se han distinguido por su cercanía al mesiánico líder en que se ha convertido el fundador del Movimiento Regeneración Nacional, y muchos lanzarán reclamos a los cuatro vientos cuando sea demasiado tarde para detener la ola populista en este país.
Lo peor es que la estratagema planeada desde el Kremlin, aunque a muchos no les guste, ha comenzado a rendir frutos en este país y en el vecino del norte. Ante la decadencia de Estados Unidos, la posibilidad de que Rusia compita por la hegemonía mundial con China es una realidad latente, y México es la llave para abrir los caminos de América Latina ante un Donald Trump que piensa que el mundo se circunscribe a las redes sociales. Del populismo lopezobradorista al revolucionario, me quedo con el segundo, pero la palabra la tienen esos enojados e irreflexivos electores. Al tiempo.