Sin lugar a dudas el señor Donald Trump es un facineroso por los cuatro costados. Así se ha hecho de la fama que detenta como hombre osado, arrojado y hasta bravucón, y le importan un cacahuate los daños que provoque con sus desplantes, porque si de algo
podemos estar seguros es que de acuerdo a sus intereses lo primero es él, después él, y en tercer lugar él. Así lo ha hecho toda su vida, y a estas alturas resultará difícil que pueda cambiar aunque esté provocando un daño irreparable a la institución presidencial de Estados Unidos.
Pero no terminan ahí las cosas con este sujeto al que muchos califican como un pendenciero de los negocios y ahora de la política. Lo cierto es que un magnate como el señor Trump no dista mucho de un personaje que toma decisiones que afectan a la mayor parte de los países del mundo porque es uno de los más fieles exponentes de la degradación de la sociedad que por ahora detenta el vecino del norte. Que se haya postulado y haya ganado muestra y demuestra la degradación de la otrora nación más poderosa que haya existido.
La intromisión de Vladimir Putin en el proceso electoral norteamericano es real y verdadera, y llegó al poder quien sabía que podría manipular a la distancia sin que se diera cuenta porque su egolatría siempre estará por encima del razonamiento lógico, lo que no ocurriría con Hillary Clinton en el probable caso de su triunfo. Tarde se han dado cuenta los servicios de inteligencia que en su momento fueron los más avanzados y los que fueron vehículos de control para mantener la hegemonía norteamericana, de lo que seguirán padeciendo en los siguientes tres años.
La preocupación de los miembros del stablishment es real porque el señor Trump ha venido tomando decisiones fuera del contexto de lo que hasta ahora indican los cánones de la diplomacia.
Despedir a sus colaboradores más cercanos utilizando la red social de Twitter es el principal indicativo de esa profunda megalomanía que lo presenta ante los líderes mundiales como un sujeto carente de principios y de formación académica y cultural.
El señor Trump se ha revelado como un hombre al que poco le importa reorientar la geografía mundial a base de decisiones que provocan enfrentamientos entre naciones, pero lo más importante es que tampoco se ha dado cuenta de la manipulación que sobre él ha venido ejerciendo el Presidente Vladimir Putin, quien en el corto plazo levantará el brazo como el único líder sin contrapesos reales en todo el orbe. Así de simple el efecto letal del presunto magnate para la otrora nación más poderosa del mundo.
Europa está metida en sus problemas internos y económicos mientras Donald Trump piensa ingenuamente que aliándose con el sátrapa norcoreano se convertirá en el paladín de la democracia. En lo personal lo único que tengo que decir es que un sujeto que ofende a los mexicanos llamándolos animales, lo único que me puede merecer es repudio y uno que otro recordatorio materno, aunque tengo la seguridad de que donde esté quien lo haya procreado, también estará arrepentida de haberlo hecho. Al tiempo.