La lucha magisterial comienza en los tiempos de Porfirio Díaz por la prohibición para agremiarse y asociarse. Pero fue a partir de la década de los 30 del siglo pasado que comenzó la inquietud por la inestabilidad laboral, los reducidos salarios y la
persecución. Para 1932 surge la Confederación Mexicana de Maestros. En 1934 la Liga de Trabajadores de la Enseñanza, la Universidad Obrera y la Federación de Trabajadores de la Enseñanza.
En 1936 se forma la CTM y se da origen al Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza de la República Mexicana, pero durante el régimen de Manuel Ávila Camacho es cuando surge el Frente Revolucionario de Maestros, que después se transformara en el Sindicato Mexicano de Maestros y Trabajadores de la Educación, y es hasta 1943 cuando surge el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación con Luis Chávez al frente, después le siguen Gaudencio Peraza y en 1949 se elige a Jesús Robles Martínez. Para 1955 se alza con la dirigencia Enrique W. Sánchez García.
Les siguieron Alfonso Lozano Bernal, Alberto Larios Gaytán, Édgar Robledo Santiago, Félix Vallejo, y Carlos Olmos Sánchez. En 1972 se nombra secretario general a Eloy Benavides quien contaba con el respaldo de Carlos Jonguitud Barrios, quien emerge como líder en 1974. Ante la falta de apertura surge la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. En abril de 1989 Jonguitud renuncia a la presidencia vitalicia de Vanguardia Revolucionaria, con lo que se cae la Secretaría General del Sindicato a cargo de Refugio Araujo del Ángel, y es designada Elba Esther Gordillo Morales.
En 1995 fue electo Humberto Dávila Esquivel, en 1998 Tomás Vázquez Vigil, y en 2000 Rafael Ochoa Guzmán, todos títeres de la señora Gordillo, quien es depuesta en 2013 y encarcelada, emergiendo Juan Díaz de la Torre. Hasta ahora este sindicato ha sido una institución que trasciende procesos electorales y lleva más de 70 años trabajando de forma institucional con los gobiernos en turno y defendiendo los derechos de los trabajadores.
El sindicato magisterial no tiene que ser patrimonio de grupos o de persona alguna, pero en estos momentos Elba Esther Gordillo Morales se muestra ansiosa de hacer un pacto con Andrés Manuel López Obrador para volver lo que considera le pertenece.
Poco le importa la educación de la niñez mexicana porque está dispuesta a ceder y conceder espacios al grupo disidente de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación con tal de vengar las afrentas recibidas. Mal haría Andrés Manuel López Obrador en aliarse con los odios del pasado por una conveniencia política y perjudicando a nuestros hijos.
La educación en este país no puede convertirse en rehén de los bastardos apetitos de una lideresa que cuenta con una historia delincuencial que debió mantenerla muchos años más en el encierro. La educación no tiene que ser moneda de cambio, y aunque dicen que los polos opuestos se rechazan, ahora la CNTE y la señora Gordillo pudieran estar detrás del mayor desastre que pudiera significar la adquisición de grados escolares por costumbre y permanencia, y no por aptitudes. Mejor debiera regresar lo que se llevó. Al tiempo.