Si algo tenemos que reconocer al virtual presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, es esa capacidad camaleónica que siempre lo ha distinguido
para sobreponerse a los fracasos. Corría el año de 1983, cuando contaba con veintinueve años, y el gobernador Enrique González Pedrero lo hace presidente del Comité Directivo Estatal del Partido Revolucionario Institucional, pero ordena a los presidentes municipales la estructuración de un programa operativo anual, por lo que de inmediato López Obrador se impuso una agenda alterna con la finalidad de encabezar y ganarles la gestión.
En Comalcalco era presidente municipal Cruz Dagdug, y en una gira el gobernador promete la construcción de 20 casas para los pobres, pero al presentarse el líder del partido, incrementó el número ofrecido hasta llegar a 50 casas más. Después de esta audaz hazaña convirtió a los comités municipales en casas de gestión, pero al operar sin fondos el fracaso fue la consecuencia, lo que motivó su renuncia y la separación de todos los dirigentes municipales, por lo que solamente duro cinco meses en el cargo.
Eso motivó su traslado a la Ciudad de México, y curiosamente nadie de sus colaboradores está ahora con él, lo que habla del “Complejo Kleenex”, úsese y tírese, o lo que es lo mismo a los que no hagan su voluntad los desecha. Y lo que muchos señalan es que esa circunstancia es parte de su perfil autoritario. Lo previsible es que ese mismo trato se haga presente entre los miembros del Gobierno Federal. Muchas cosas más se dicen de lo que fue, y lo que es ahora, pero eso habla de que ha experimentado una gran transformación.
Pero también hay que señalar que si algo lo ha distinguido es esa rara habilidad para convencer a los demás de su capacidad, y lograr que se hagan las cosas. La mejor demostración de ello fue la decisión de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano de colocarlo por encima de Heberto Castillo y de Porfirio Muñoz Ledo en la Dirigencia Nacional del Partido de la Revolución Democrática.
La moraleja de la historia es que el “Hijo del Tata” entrega todo por él, incluidos a los perredistas, la izquierda, el proyecto, a pesar de que el tabasqueño no tuviera una base social.
Pero también lo hace candidato a la Jefatura de Gobierno de La Ciudad de México con todo y que no cumplía con los requisitos de exigibilidad por la carencia de domicilio en la capital de la República.
Cardenas llega a un acuerdo con Jesús Silva Herzog y el Consejo del Instituto Federal Electoral para otorgar el registro a Andrés Manuel, quien finalmente gana, mientras él pierde la Presidencia de la República ante Vicente Fox Quesada.
Lo primero que ordena López Obrador es una investigación del gobierno de Cárdenas, principalmente lo referente al fideicomiso que resguardaba los bienes del GDF, y la venta de inmuebles a la familia Ramírez, potentados de las salas de cine, a quienes demanda. El propio Cuauhtémoc Cárdenas tuvo que comparecer, al igual que el director del Fideicomiso Moisés Rivera. La consecuencia fue que Cárdenas ya no compitió por la Presidencia, y lo hizo el tabasqueño. Esa es parte de la metamorfosis del ahora virtual presidente de la República electo.
Al tiempo.