Sin lugar a dudas por primera vez México tendrá un personaje muy singular como Presidente de la República. Ayer el Tribunal Electoral de la Federación
hizo la declaración de presidente electo a Andrés Manuel López Obrador, indiscutible ganador de la jornada en la que los mexicanos nos dimos la oportunidad de modificar el rumbo del país, pero sobre todo de reafirmar nuestra vocación democrática al haber elegido a un hombre que después de las dos ocasiones anteriores en las que la derrota se hizo presente, su persistencia lo llevó a alcanzar su más preciado anhelo.
Qué bueno que haya ganado, y qué bueno que vaya a ser presidente de todos los mexicanos, porque tendrá la obligación de gobernar en piso parejo y ejercer el acto de gobierno en beneficio de los más de 120 millones de hombres y mujeres que seguimos creyendo en nuestro sistema electoral y en la decisión mayoritaria de los ciudadanos. Andrés Manuel López Obrador, aunque no les guste a muchos, será el presidente constitucional de los mexicanos, y lo mejor que pudiera pasarnos es que lo haga bien.
La entrega de la constancia se da en un escenario en el que también resulta liberada de todo cargo la exlideresa magisterial Elba Esther Gordillo Morales, quien fuera recluida en prisión a los pocos meses de la llegada de Enrique Peña Nieto a la Presidencia de la República, hecho que marcó la mala relación que existía entre el gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, y la señora Gordillo. La cárcel debió ser muy dura para una mujer acostumbrada a doblegar gobernantes con la fortaleza del magisterio.
Pero independientemente de las consideraciones acerca del encierro de la exlideresa magisterial, la coincidencia entre su liberación y la entrega de la constancia que acredita como Presidente Electo a Andrés Manuel López Obrador provoca sospechas acerca de una posible negociación entre el triunfador y quien todavía detenta la Primera Magistratura para exonerar a la lideresa magisterial y utilizarla como escudo protector ante la posibilidad de que se tenga que replantear la Reforma Educativa.
Ser presidente electo conlleva una enorme responsabilidad en el diseño del futuro inmediato del México de nuestros días, y la posibilidad de una asociación entre López Obrador y Gordillo Morales seguramente será reprobada por los integrantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, quienes no dudarán en ponerse nuevamente en rebeldía como ocurriera con la llamada Reforma Educativa que poco tuvo de eficiencia para incrementar la calidad en la enseñanza primaria y secundaria.
Y claro está que el presidente electo tiene planes para revertirla, porque prefiere mantenerse ocupado en la reconversión administrativa del Gobierno Federal y evitar por el momento medir fuerzas con los miembros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación.
El problema es que quienes seguramente se asumirán como perdedores son esos hombres y mujeres que tendrán la responsabilidad de edificar el futuro de la siguiente generación. Así de simple se llevarán a cabo las componendas de la política. Los mexicanos seguiremos perdiendo, y la esperanza se convertirá en frustración. Al tiempo.