Hace mucho que este país ha venido deshaciéndose de diversos atavismos que manteníamos en la letra de la ley porque así se la concibió hace muchas
décadas, pero al paso de los tiempos las realidades que vivimos han sufrido cambios sustanciales y la mayor parte de ellas han entrado en la obsolescencia. Pero también abona el cambio de paradigmas en el marco de nuestras libertades consagradas en la propia Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que debemos reconocer ha sido un cuerpo legal que ha venido adaptándose a las exigencias de los tiempos.
Uno de los grandes flagelos que hemos mantenido desde hace muchos años ha sido el combate a las drogas, y en su nombre se han cometido innumerables excesos, tanto de los principales capos del crimen organizado, como de las autoridades ministeriales, que hasta ahora han sido ineficientes para la obtención de resultados positivos.
Hay que decirlo con todas sus letras, se han encargado de regar muertos por todas partes, pero el problema principal sigue ahí, vigente, y convertido en uno de los negocios más productivos.
La amapola es una planta que puede alcanzar más de cincuenta centímetros de altura, mantiene un tallo erecto y poco ramificado y las hojas que nacen a lo largo mantienen una nervadura central. Las flores son de color escarlata intenso, y de ellas se extrae una mezcla compleja de sustancias que contiene la droga narcótica y analgésica llamada morfina, en algunas especies, y goma de opio, en otras especies, además de alcaloides que se convierten en un elemento muy preciado en los altos círculos sociales.
Los efectos de la amapola son conocidos por sus propiedades sedantes, espasmolíticas, y en casos de altas dosis suele resultar un fuerte alucinógeno que, además, es bastante adictivo. Hasta ahora el mercado más grande del mundo para este tipo de alucinógenos es la Unión Americana, y como siempre hemos dicho en este espacio, ellos ponen a sus drogadictos y nosotros los muertos. Y tenemos que aceptar que esa es nuestra mayor tragedia, porque los efectos colaterales resultan harto dolorosos.
En la red circulan infinidad de videos que los propios cárteles insertan para que los ciudadanos entendamos qué puede ocurrir si alguien pretende actuar o dañar su negocio. Alguna vez tuvimos que lamentar la forma en que un miembro de la Marina Armada de México fue victimado con una saña propia de mentes desquiciadas, simplemente porque así lo dispusieron sus jefes.
México no puede seguir viviendo en el horror de la violencia que generan los grupos de la delincuencia organizada.
Ha llegado la hora de iniciar el debate para la legalización de la siembra de la amapola. Así lo estableció el gobernador de Guerrero, Héctor Astudillo, y tiene mucha razón, porque ha sido el estado más lastimado por la violencia que producen los intereses monetarios de las bandas del narcotráfico que operan en el país. Lo previsible es que no sea un camino fácil, pero es necesario para evitar que, como sociedad, sigamos pagando el precio de la violencia que hasta ahora se ha enseñoreado en todo el país. Al tiempo.