Sin lugar a dudas uno de los principales problemas que enfrentó Enrique Peña Nieto durante su mandato, fue la muerte de los 43 estudiantes de la Normal Rural Raúl
Isidro Burgos, ubicada en el paraje denominado Ayotzinapa en el Municipio de Tixtla, y que se ha convertido en un ícono porque en esas aulas surgieron la mayor parte de los hombres que encabezaron la guerrilla liderada por Genaro Vázquez Rojas y Lucio Cabañas Barrientos.
Desde el primer día de los lamentables hechos en que se vieron inmiscuidos los estudiantes, comenzó la guerra de las suposiciones equivocadas y las acusaciones sin sustento. Lo cierto es que los desgraciados muchachos fueron víctimas de una celada por parte de los criminales líderes del cártel de Los Rojos, quienes los observaron con una amenaza para el control que mantenían en diversas zonas de la región de La Montaña, donde con singular alegría realizan sembradíos de amapola en las laderas de los cerros.
Desde hace muchos años esa organización de derechos humanos que se hace llamar Tlachinollan ha tenido estrechas ligas con las bandas delincuenciales que requieren de los servicios de las comunidades indígenas para el cultivo del enervante, y ha servido de parapeto para ocultar las verdaderas intenciones de quienes desde hace tiempo se han dedicado a la denostación pública de los funcionarios públicos par evitar que se inmiscuyan en la destrucción de los sembradíos.
La desgracia ocurrida en Iguala fue producto de diversos factores que al unirse provocaron una de las mayores desgracias en el sureño estado, y particularmente en la región donde se propiciaron los pactos que le dieron nacimiento al México que ahora detentamos. Después del lamentable hecho, las conjeturas fueron la principal arma de los grupos interesados en obtener beneficios de la desgracia estudiantil, pero eso poco les importo porque ellos tenían fines más elevados que la simple muerte de unos cuantos desgraciados.
Hasta ahora el negocio sigue viento en popa, y aunque algunos de ellos se han dedicado a medrar con el dolor de los desgraciados padres, la estrategia de culpar al Gobierno Federal les ha otorgado un manto de protección para seguir con el negocio que deja considerables utilidades a los diferentes grupos del crimen organizado que hasta ahora siguen con el control de los territorios que dieron origen a la desgracia de los manipulados estudiantes.
Ayotzinapa se convirtió en el peor estigma no tan solo para el presidente Enrique Peña Nieto, también para todo un país que ha sido señalado por la incontrolable violencia, al que vinieron una serie de hombres y mujeres con intereses ideológicos muy definidos diciéndose especialistas, y que al final solamente probaron que en realidad fueron unos charlatanes interesados en provocar un desastre político, sin importarles las consecuencias entre los mexicanos. Con ello las fuerzas opositoras emergieron con mayor fortaleza y posibilidades de formar gobierno. Así de simple nuestra lamentable realidad, y por desgracia la historia no termina aún. Al tiempo.