Sin lugar a dudas Andrés Manuel López Obrador sigue disfrutando de un
enorme bono democrático ya que en cada lugar que visita es patente su popularidad y la esperanza de la que es depositario por parte de los mexicanos de todas las latitudes.
Este fin de semana estuvo por Chetumal, y la verdad es que la gente lo cobija, lo sigue, y le lanza vítores, hurras y buenos deseos. Hasta ahora sigue siendo un fenómeno de popularidad por la esperanza que durante muchos años ha sembrado a lo largo y ancho del país.
Lo deseable es que esa luna de miel con los mexicanos sea lo más duradera posible después de tantas decepciones, pero México tiene un problema de disfuncionalidad que se puede presentar en cualquier momento.
Hasta ahora la improvisación ha sido parte consustancial del ejercicio de gobierno, y pareciera que el propio Presidente de la República responde más a lo que piensa que necesita la gente, y quizá por ello hasta ahora no sé conoce a bien lo que será el proyecto de gobierno, de país, y de futuro.
López Obrador tiene la rara habilidad de decirle a la gente en cada plaza lo que ellos quieren escuchar, pero eso no basta para garantizar un buen gobierno. Tampoco las decisiones al calor de la efusividad popular que despiertan sus arengas públicas y sus promesas en ocasiones fantasiosas por su inclinación a la prédica religiosa y al uso de lugares comunes en sus discursos, esos que al revisarlos de forma minuciosa no son más que una ventana de esperanza que ante la carencia de dinero suficiente se tornan inalcanzables.
Pero si algo podemos decir en su favor es que esa siembra de esperanza ha propiciado una cuasireligiosa respuesta de los millones de desesperanzados regados por todas las regiones del país. El problema es que sus súperdelegados se han encargado de colocar un montón de animadversión para los gobernantes constitucionalmente elegidos, y me parece que el propio Presidente de la República es quien tiene la obligación de respetar y hacer respetar el Pacto Federal que hasta ahora ha sido severamente dañado por sus personeros en cada entidad federativa.
Qué bueno que la popularidad de López Obrado le sigue permitiendo un amplio bono democrático para la toma de decisiones, el problema es que hasta ahora todo han sido ocurrencias del momento y no se observa un proyecto de nación o un plan maestro de desarrollo que reordene el desorden administrativo que se ha apoderado de las dependencias ferales, porque pareciera que las ocurrencias vienen en cascada y todos quieren poner un granito de arena en la edificación de algo que no se tiene definido completamente.
La pregunta que muchos comienzan a realizar es: ¿y cuál es el proyecto? Porque hasta ahora el gobierno federal ha caminado en base a esas decisiones que de momento toma el líder, pero no se observa un esquema de orden que defina acciones concretas de lo que tiene que ser esa mal llamada “”Cuarta Transformación”. Por el bien del país, y por el bien del gobierno, espero que haya especialistas en proyectos y programas de gobierno y no nos pasemos los cinco años venideros desmenuzando ocurrencias del día.
Al tiempo.
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