Sin lugar a dudas el Partido Revolucionario Institucional ha perdido una
oportunidad de oro para mostrar y demostrar a los mexicanos que sigue siendo un partido útil a las causas de la militancia.
La decepción ha cundido entre las principales corrientes de opinión hacia el interior del otro partido hegemónico, y lo previsible es que los siguientes años no cuente siquiera con la capacidad para convertirse en un antagónico con posibilidades para competirle al Movimiento de Regeneración Nacional.
Aquello de que la “militancia ha decidido” se la tendrán que tragar quienes operaron para evitar la llegada de alguien que refrescara el ambiente en el escenario político nacional, y el olor a naftalina seguirá prevaleciendo en los siguientes años.
Hasta ahora el la contabilidad de los votos emitidos indica que el ambiente político en los siguientes meses sostendrá una alta supeditación de Alejandro Moreno ante el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, porque finalmente fue quien lo impuso.
Los miembros que le aún le quedan al tricolor como la fortalecida base que hace algunos años lo distinguiera, estarán arrepentidos en el corto plazo porque, aunque en la cúpula dirigente no lo quieran aceptar, quien decidió el destino del otro partido hegemónico fue el propio Presidente de la República.
Para decirlo más claro, el dueño de lo que quedará en la sede de Buenavista no será la militancia, sino el propio Presidente de la República, quien logró imponer al Gobernador de Campeche como su candidato.
Los miembros del tricolor no pueden cerrar los ojos ante la evidente circunstancia de que el verdadero dueño de las siglas será ese hombre que surgió en sus filas, y que vino a terminar con suma facilidad provocando el derrumbe de la otra fuerza política que se encargo de construir el México de nuestros días, y que por desgracia ha sido borrado del escenario por los excesos de esa clase política que no termina de irse y que de ahora en adelante se encargará de mantener a esos militantes al servicio del actual régimen.
Alejandro Moreno es un hombre que aprendió política siguiendo los cánones del costumbrismo revolucionario, y mantendrá el mismo camino ya que no sabe hacer otra cosa más que recibir instrucciones de quién es el responsable del destino del país. La esperanza de millones de mexicanos de reconstruir una fuerza opositora que asumiera su papel de valladar de los excesos del poder, ha quedado trunca, y la militancia no descarta ver a Andrés Manuel López Obrador levantando la mano de Alejandro Moreno como triunfador.
Lamentable que una mujer de lucha como ha sido Ivonne Ortega, quien ha mostrado y demostrado en innumerables ocasiones su casta, haya sido avasallada por los designios del poder, pero más lamentable la extinción de la esperanza de hombres y mujeres que desde las bases sociales se han quedado con la esperanza rota y en el extravío total, porque si de algo podemos tener seguridad los mexicanos, es que Alejandro Moreno ha sido designado como el hombre que terminara de sepultar al partido que fundara Plutarco Elías Calles para darle vida al Sistema Político Mexicano.
Al tiempo.
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