Pareciera que el señor Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, es
un hombre al que las leyes de este país le han importado un bledo. Durante su periplo por pueblos y ciudades, violó muchas disposiciones normativas, y nunca nadie se atrevió siquiera a señalárselo. Muchas veces en este espacio lo comenté, pero la obsequiosa permisibilidad de mandatarios en turno y gobernadores, terminaron por convertirlo en uno de los mayores mitos democráticos en la historia del México moderno.
Pero también hay que señalar que los mecanismos legales nunca se pusieron en funcionamiento pese a que cometió delitos graves que atentaron contra el patrimonio de la nación, como fue la quema de pozos petroleros en su natal Tabasco utilizando una nimiedad ocurrida con un grupo de campesinos para inflar el liderazgo que buscaba detentar. Después vendrían los barrenderos que hicieron un plantón en el Zócalo Capitalino que solamente quito cuando Marcelo Ebrard le entregó una serie de prebendas de parte de Manuel Camacho Solís.
Después el plantón en el paseo de la Reforma que causó graves problemas económicos a todos los sectores productivos de la Capital, pero antes que ofrecer una disculpa se lanzó en contra de quienes osaron hacerle algún reclamo. Ni que decir de aquella masiva manifestación blanca integrada por más de medio millón de mexicanos radicados en la Capital del País reclamando seguridad a causa de las constante muertes ocasionadas por la criminalidad, y la ola de secuestros en el que también fueron sacrificados aquellos que fueron privados de su libertad, y cuyos familiares pagaron los montos de los rescates.
Por desgracia también hay que señalar que su gobierno al frente de la Capital del país fue errático, ciego y sordo, y ante los reclamos de los ciudadanos a causa de la actividad de la delincuencia tuvieron que organizarse y salieron a las calles a protestar. Por cierto, muy poco le importaban esas protestas porque desdeñaba a quienes osaban criticarlo. Su gobierno al frente de la Capital del País paso sin pena ni gloria, pero tuvo mucha bonanza económica por la construcción de los segundos pisos que resultaron un fabuloso negocio.
Hoy Andrés Manuel López Obrador es Presidente de la República, y por desgracia ha tenido un comienzo de gobierno desastroso porque los indicadores de la economía así lo señalan. No hay crecimiento económico, tenemos una inflación galopante, hay una pérdida de empleos brutal, y tras la caída estrepitosa de la Bolsa Mexicana de Valores solamente dice que estamos bien y de buenas, pero que también hay que actuar con optimismo y ser felices.
Francamente no sé en qué mundo viva el Presidente de la República, y lo que menos esperaría es que se preocupara ante sus propios desatinos y yerros, pero los aborda con una ligereza brutal y un cinismo que raya en lo ridículo. La caída de la Bolsa Mexicana de Valores de 2.09%, uno de los niveles más bajos de la historia, no le hizo mella y se puso a decir que nos seguirá yendo muy bien. Francamente no sé si haya tenido un momento de cinismo, o simplemente es que su razonamiento no le alcanza para entender esa lamentable realidad en que nos está metiendo con su ineficiencia e incompetencia.